Historia de un Guarda de Pesca (III)

Corría el año 1996, por el mes de febrero, cuando la Asociación Provincial de Pescadores de Cuenca empezó a gestionar también un coto deportivo, llamado Martinete, en el término municipal de Alcantud (Cuenca), donde las aguas cristalinas del río Guadiela


En las inmediaciones del coto existía el balneario de Alcantud, con aguas minero-medicinales, así como una embotelladora de agua. Dionisio, hijo de unos trabajadores del balneario, le pusieron de guarda del coto

Antes de la apertura del mismo, que iba con la temporada de las truchas para finales de marzo hasta el último día de agosto, procedimos a realizar unas importantes repoblaciones con trucha común de todos los tamaños, miles de ellas, para que se fueran adaptando al río y que la temporada fuera exitosa. El tiempo fue demostrando la poca capacidad que el río tenía de mantener las truchas, debido principalmente a la falta de alimentación, las truchas salían raquíticas y terminaban muriéndose, sumado al furtivismo abundante en la zona.

Cada apertura de temporada y durante algunos días hacía el servicio en un Renault 4, duros donde los haya, carpeta debajo del brazo, prismáticos al cuello y la emisora al hombro a recorrer a pie todo el río, ya que un buen guarda de pesca que se precie tiene y debe vigilar a pie y sin mirar el reloj.

Con la apertura de la temporada de pesca eran muchas las personas que salían a pescar y algunos aprovechaban para meterse donde no debían, como en cotos o vedados, algunos por ignorancia y otros a sabiendas. Hice amistad con el pastor de la zona, donde charlábamos en nuestros encuentros, mientras las ovejas y cabras pastaban la hierba que salía con fuerza a puertas de la primavera. También recuerdo la imagen tan desoladora de parte del coto, donde algunos árboles sobrevivieron y el resto seguían en pie totalmente carbonizados, siluetas tenebrosas de un incendio comenzado en la provincia de Guadalajara y que cruzó a Cuenca. Con el paso del tiempo ha ido recuperándose positivamente.

En mitad del coto hay una zona de casas de campo que se denomina las posadas, zona conflictiva de furtivismo, principalmente provenientes de dos localidades cercanas, Priego y Cañamares, donde más de una denuncia se cocinó. Dionisio, guarda del coto, estuvo tres años trabajando, tomando el relevo su hermano, José María (D.e.p.) que por cierto, con este tuvimos algún que otro encuentro, ya que era furtivo conocido. Recuerdo perfectamente unas palabras que le dije en el camino del pozo del saco y fueron: «vendré de servicio tantas veces como sean precisas sin avisar (ya que yo seguía en el coto intensivo haciendo servicio), porque te voy a pillar en un renuncio y te voy a denunciar, así que átate los machos», le dije. Este coto se mantuvo abierto durante la concesión de los cinco años, no solicitando renovación posterior por ser una zona imposible de recuperación para salmónidos y muy conflictiva por personas de la zona.

Recuerdo el gran tilo existente que había en la desembocadura del río Alcantud, donde más de una vez recogí esos racimos de flores tan aromáticos acompañados de la bráctea alargada tan característica para hacer infusiones, así como esos tragos de agua tan fresca que me echaba en la fuente que hay a pie de carretera, a la altura del antiguo puente del Martinete, camino de Priego, a comer en el restaurante El Rosal, que por cierto se comía bien. Conocí algunos agentes forestales de la zona que teníamos apoyo y muy buena amistad, Emiliano, Gabino que era el jefe de comarca, Pacho. En definitiva… historia, anécdotas, amigos, en una parte más de mi querida tierra conquense, que me hizo ser parte de ella, en torno a las truchas y la pesca.

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