El ocaso

Llegó marzo y pegamos el cerrojazo una vez más a la temporada, otra más y otra menos, una que se nos ha escapado entre las manos y todo sigue tal y como lo dejamos.


La nueva Ley de Caza de Extremadura llegó y se ha hecho notar, y para muestra un botón, aquí me tenéis esgrimiendo estas líneas en vez de estar sentado sintiendo el aroma primaveral en la cara, ese sabor entremezclado de frescor calenturiento mientras el ocaso llega a la espera de la aparición de ese bulto negro, ese perseguido jabalí de mis sueños de aguardo. Nos quitaron de un plumazo el aguardar en abierto desde enero hasta mayo, pero en fin, manda quien manda. Aunque la ley tiene sus flecos, uno de ellos el mencionado, otro el desliz del cupo de la quincena de palomas en la prórroga, que se pudo solucionar dado que se vio el brillo de la moneda en el fondo del cajón y alguno que otro que por ahí todavía huelga colgando. Todos solucionables, siempre y cuando la administración quiera y lo considere oportuno, claro. Pero como os iba diciendo la temporada terminó, cerramos con las entretenidas jornadas de gestión tras los predadores, en este caso los zorros y su modalidad de perros de madriguera, en la cual hemos podido vivir de auténticas jornadas sin prisas, sin agobios de organizaciones y parafernalias y totalmente entre amigos. Dos, tres escopetas, los tres perritos y a los agujeros, todos firmes y atentos y lo demás lo dio el campo, la sobremesa, las curas y atenciones a los guerreros, esos teckels valientes, esos pequeñazos aventureros de la oscuridad que nos hicieron disfrutar hasta el último día, toda una maravilla, y por supuesto el taco o la comida en el campo, con este verdor que todo lo inunda en este año plagado de lluvias, ese frescor y esa vida que le da al campo cubierto de este manto verde, una experiencia sin parangón. Atrás quedaron una vez más un montón de lances adquiridos, un montón de nuevas vivencias y de días pasados al cariño de una lumbre, intentando siempre y por encima de todo el estar rodeado de aquellos que te aprecian, de amigos con los que tras terminar la jornada, compartir éxitos y fracasos mientras se te seca la ropa empapada de mil aguas que nos han surcado el cuerpo. Al final, esto es lo que nos queda, el recuerdo, algún que otro trofeo al que haya tenido suerte, pero al fin y al cabo lo que perdura es la imagen, que será indeleble siempre y cuando se haya disfrutado, y para ello tengo que confesar que siempre será indispensable el haber estado a gusto y con buena compañía. Así se me viene a la mente los lances en casa, que saben como en ningún sitio, o en Oliva, que me considero como en casa, las extensas sobremesas con Garrido, donde siempre se nos hace tarde comentando los lances de unos y otros, las largas exposiciones en la Chimenea de la Sociedad de Pozoblanco con nuestros amigos Miguelín y Juan, tan hospitalarios como siempre, las jornadas tras las rabonas con Roberto y amigos de Aliseda, la cita anual con los vecinos portugueses o con nuestros amigos de Fregenal donde reina un ambiente especial y por supuesto estas últimas jornadas zorreras que siempre quedarán en el pabellón más grande de trofeos que un cazador pueda tener, su mente. Ahora tocan unos meses de reflexión y recuerdos que esperemos que también sean aprovechados por los gobernantes para discernir sobre los flecos de los que hablaba y se intente poner solución, ya que cuando nos queramos dar cuenta, estaremos otra vez ahí donde nos gusta estar, en el campo.
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