A ti

Corta hubiese sido la vida de AEXA de haberse convertido en realidad el vaticinio Maya, por el cual erróneamente se consideraba que el mundo tenía fecha de caducidad. Como habréis podido comprobar seguimos con los pies encima de la tierra y por ello continuamos con nuestra vida rutinaria.


Me viene a colación el sacar el tema de la recientemente creada Asociación Extremeña de Aguardistas, que pretende dar a conocer las principales problemáticas con las que se encuentra el aficionado a esta modalidad, además de solucionar problemas que esta especie pueda causar en los distintos terrenos de ámbito cinegético que nos podemos encontrar en la región, para ello se presta a representar, coordinar, defender, y apoyar los intereses, fines, funciones, objetivos y actividades de sus asociados dentro del mundo de la caza, sean personas jurídicas: entidades privadas o públicas. Además no se queda ahí el asunto y esta Asociación pretende fomentar, colaborar y promocionar con federaciones de caza, colectivos de cazadores y otros estamentos similares así como con las instituciones, tanto a nivel regional o nacional, estudios, encuestas y trabajos sobre esta especie cinegética. Organizar y realizar actividades, eventos, debates, reuniones y acontecimientos tanto sociales, culturales, o medio ambientales para que este tipo de caza sea más digna y cambié esa imagen que la sociedad tiene de la misma. Por todo ello desde aquí quiero mostrar todo mi apoyo a esta Asociación y a todos los verdaderos aficionados a esta modalidad, a la que quiero ayudar mostrando el sentimiento que deja el final de una de las muchas historias del tú a tú del aguardista con el jabalí, con el siguiente texto de sensaciones que ya en su día publiqué en una revista del sector. A TI El tiempo no pasa, las tardes se hacen eternas, los fines de semana se tornan agotadores en horas muertas sin nada en lo que prestar mi atención. Tan sólo llevo una semana sin ti y esta idea de no tenerte más me está machacando la cabeza, llegando incluso al arrepentimiento por mis actos. Te perseguí por umbrías y solanas, te seguí hasta tu casa, comprendí tus movimientos acechándote en la intimidad de la noche, tú me dejabas mensajes cifrados que solamente yo podía y sabía entender. Fuiste mi mejor amigo en momentos de decadencia, poniendo una ilusión en mi mente, la ilusión de ver tu silueta avanzando fantasmagóricamente entre la niebla, en una noche de luna. Fuiste mi peor enemigo, evitándome en las frías mañanas de la temporada y asestando una puñalada casi mortal a uno de mis mejores perros. Antes habías cometido un error, y te entiendo, aquella tarde hacía mucho calor, la tormenta dejaba un aura fatigosa en la tierra causando sudores extremos, la necesidad de beber primó ante la seguridad y abandonaste tu encame hacia el pilar, ya ocupado, pero no por mí en aquella ocasión, el ejecutor aunque avisado no esperaba ver aquél aparato y falló, gracias a Dios que falló. Habían sido muchas las ocasiones que aguardé tu aparición en ese punto y tuvo que ser justo el día en que yo no estaba el que decidieses salir, no se si lo hiciste a intención, si que tengo seguro que maldecí durante mas de dos meses el no haberme quedado, esa tarde, esa sofocante tarde. No fue una sola persona la que te aguardó, otros también lo intentaron, con otras artes y otras suertes, incluso en un momento de descuido, o tal vez confianza de tu potencia te dejaste ver demasiado, volviendo a resonar el estruendo polvoriento ante tus pies, pero una vez mas saliste victorioso y seguiste dejando tu firma en los lugares acordados, para que yo las captase. Pasó el invierno no sin intentar ponerte la zancadilla, acto al que siempre respondías saltando por encima de mi pierna, parecías siempre ir un paso por delante de mí, en todos los aspectos, me sentía rezagado, impotente y desafiado, situación que comenzó a tornarse en una sensación placentera y a la vez provocadora. Así llegamos hasta una época en la que te mostrabas muy ausente, apenas dabas señales de vida y muy de vez en cuando me dejabas una anotación impresa en la base de algún joven chaparro, ¡qué culpa tendría!. Buscaba ansiadamente hallar tu “zapatilla” en algún fontanal, en el borde de alguna de las charcas, recorrí insistentemente todos y cada uno de los arroyos, todas y cada una de las cañadas, observando preocupantemente que tus camas estaban vacías, llegando a la conclusión, de que alguno de tus amoríos te habría raptado furtivamente de tu zona, de tu casa, de tu mancha, de tu sierra. Mi esfuerzo por encontrarte, fue mayúsculo no dando fruto alguno, convirtiéndose casi en obsesión, intentando encontrarte día y si y día también. Conversando con otro amigo tuyo, encontré tu camino, y pronto comprendí dónde y por qué estabas, a qué asuntos estabas atendiendo, fue todo uno, éste hombre, cuya intención hacia ti nada tiene que ver con su nombre, llevaba algo mas de dos meses intentando engañarte, y como siempre te habías salido con la tuya, en la conversación vacilante sonreí, y les indiqué que nada había que hacer contigo, que se diesen por vencidos, te había encontrado y debías de ser mío. Seguí las indicaciones de tus nuevos amigos y efectivamente encontré tus firmas, eso si, te mostrabas mucho mas esquivo, había ocasiones que parecías levitar sobre el terreno, apenas marcándolo con tus huellas, pero te supe reconocer, eso si, habías aprendido mucho en estos últimos meses y decidí aguardar un tiempo hasta que la tranquilidad y el sosiego te hiciese volver a casa. Aquella tarde arrastré a mi padre hacia tu terreno, era ya tarde, una tarde fea de Septiembre, un viento azotador que no dejaba escuchar nada. Entre indecisiones, un becerro muerto y otros motivos cuando quise llegar a la cita se me había echado la noche encima, saqué del morral toda clase de pertrechos que acarreamos a lo largo de nuestra carrera cazadora, preparé el rifle y me dispuse a esperarte aún a sabiendas de que no aparecerías, porque hoy, el perseguido no eras precisamente tú. La penumbra se adueñó totalmente de la sierra que azotada por un viento insolente no movía pestaña. El frío hizo aparición en lo que parecían ya ser los estertores del pasado verano, lentamente saqué el jersey que siempre llevo en la mochila y me lo coloqué, los mosquitos también habían emigrado posiblemente a tierras más cálidas, las ranas callaban y el paisaje se tornaba desolado. Tan solo una zorra hizo aparición inesperadamente para desaparecer fugaz entre el pasto. En el horizonte, una maraña de nublados navegaban imponentes con remos de viento, y de vez en cuando algún relámpago iluminaba el firmamento oculto por intervalos, la noche se estaba estropeando, el viento no cesaba y sonaban tambores de tormenta. Miro el reloj, son las once, no hay nada que hacer, estos invitados de hoy madrugan mucho y ya debían de haber aparecido, me voy, fue el pensamiento que recorrió mi mente. Acordándome del fontanal que tenía que pasar para regresar al coche, decidí llevar montado el rifle y mochila al hombro bajé hasta la charca, alumbré con el foco y efectivamente, ahí no había estado Mon señor en al menos unos días, al recorrer el borde de la charca observé a la jovenzuela “zorra” que atareada andaba intentando capturar alguna, hoy silenciosa rana. Apagué y entre penumbras cogí el camino hacia el coche, sin prisa pero sin pausa. Poco a poco fui descendiendo la pendiente cuando al llegar al fontanal, ahí estabas, gozando en el lodazal existente ya que no quedaba agua, el capotazo y el bufido al sentirme fueron tremendos, la luz alumbró tus cuartos traseros que potentes azotaban el terreno causando una polvareda comparable a la estela de un vehículo del Dakar, intentabas poner remedio a lo inevitable, mi vista te siguió y ahora si estuve seguro de dar un paso por delante, la cruceta del visor ya esperaba la aparición de tu redonda silueta en el camino y fue tu perdición, esta vez sí, el estallido me hizo perder por momentos la vista del visor y entrar en un estado de apnea temporal, y diste con tus huesos en el suelo. Ahí estabas, fruto de mis deseos, había vencido y entregabas tu cuerpo a la batalla. Tu persecución había tocado fin en la más inhóspita de las formas, en el más insospechado de los días, en el más fatal de tus errores. Ahora añoro aquellas tardes tras tus huellas, aquellas largas noches al relente tras la esperanza de ver tu silueta entre las sombras, a ti y a tu recuerdo, imborrable ya en mi memoria, os recordaré para siempre… Con esto espero que comprendáis el verdadero sentimiento que nos deja el final de una historia de aguardos. Me despido de todos vosotros en estas fechas tan señaladas con mis más sinceros deseos de que tengáis una FELIZ NAVIDAD y una feliz entrada y PROSPERO AÑO NUEVO 2013.
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