Bienestar animal
Bienestar es un concepto que tiene como acepciones:
—El conjunto de las cosas necesarias para vivir bien.
—La vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad.
—Estado de la persona en el que se le hace sensible
Si adjetivamos este nombre, tendremos distintos bienestares, que por su extensión ya no son sencillos de definir, como bienestar social, o el que nos atañe en este ensayo:
El bienestar animal, a veces, se interpreta como no maltratar a las mascotas y animales domésticos, pero tiene un sentido mucho más amplio, no solo para un individuo sino para la especie a que pertenece, de manera que los especímenes se desarrollen en un entorno favorable.
La intervención del hombre puede ser positiva para gestionar el hábitat, y por lo tanto para mejorar el bienestar de los animales que viven en él. Una de las herramientas con las que cuenta para ello es la caza que incide globalmente sobre toda la población como ya hemos mencionado, el abate de un animal selectivo que padezca una enfermedad grave y contagiosa, podría considerarse un instante de sufrimiento, pero que repercutirá en el bienestar de todos los demás al evitar el contagio, con el añadido de que librará al animal cazado de posteriores adversidades que desembocarán en una muerte agónica. No está de más recordar que en la naturaleza no hay clínicas veterinarias que puedan ocuparse de un individuo enfermo.
Si pudiésemos cuantificar el sufrimiento de un animal en unidades acumulables a lo largo de su vida, las que podríamos llamar unidades de sufrimiento, podríamos comparar el sufrimiento total padecido por distintos animales desde el momento en que nacen hasta que mueren.
Es ésta una cuestión compleja, ya que hay múltiples matices a tener en cuenta al hablar de sufrimiento, como puede ser la diferencia entre animales domésticos y silvestres, el sufrimiento del individuo sano o enfermo, o incluso el sufrimiento como especie.
Aún a riesgo de simplificar en demasía, pensemos en atribuir este número intangible pero real a distintos tipos de animales para comenzar nuestro análisis.
Un animal criado en una granja intensiva, tiene un sufrimiento constante a lo largo de toda su vida en comparación con un animal criado en extensivo en el campo, de forma que el sumatorío de unidades de sufrimiento sería constante día a día por la falta de movilidad, alimentación forzada, reproducción artificial, ausencia de luz natural, etc. Hechos que no ocurren en aprovechamientos extensivos. Por lo tanto la cifra total de sufrimiento en ambos casos será totalmente distinta, en perjuicio del animal de granja.
Afortunadamente, a modo de ejemplo, ya hay cadenas de supermercados, que haciéndose eco de la demanda social, aseguran que su oferta de huevos procede de gallinas no enjauladas.
Desconocemos realmente el sufrimiento de la fauna en su vida libre, padecen enfermedades, contraen infecciones mortales, sucumben a los temporales y mueren victimas de predadores. Todos ellos son sucesos naturales extremadamente trágicos, que son consustanciales a su existencia. La vida en el medio natural silvestre es siempre hostil, es una lucha por la supervivencia. A los animales podemos aplicarles de modo estricto lo del gran Pere Gimferrer: «No hay más edades que la juventud y la muerte»
El ser humano establece una jerarquía de amor hacia los animales categorizando a estos en función de su etología. De esta forma los seres vivos que más nos agradan y con los que nos sentimos identificados son algunos mamíferos y aves, a los que cuidamos y respetamos, mientras que en el lado opuesto de dicha jerarquía se encuentran los bichos como son los insectos que no solo nos desagradan en general sino que no tenemos compasión con ellos, mucha gente no se alarma al dar un zapatillazo a una araña o al fumigar con insecticida una habitación. En un punto intermedio estarían, los peces, los reptiles, y los anfibios.
Nos olvidamos por completo del bienestar del ser vivo, aunque desconozcamos cómo reacciona su sistema nervioso. Nadie sufre al ver padecer un bichito; los niños que queman con una lupa las hormigas o arrancan las alas a las moscas son un ejemplo que si lo llevamos al lado contrarío de la jerarquía nos horrorizaría al pensar en quemar vivo otro animal o amputarle sus miembros. Al hilo de esta temática, recientemente, en Suiza se ha prohibido por ley cocer vivas a las langostas.
La muerte de un animal se convierte en un tema, sino totalmente tabú, sí molesto en la sociedad. La negación alcanza por ejemplo a la representación iconográfica de la caza, en la que se utiliza frecuentemente como símbolo el arco y la flecha, que representan la caza deportiva y ancestral y nos alejan de la visión del animal de sangre caliente cazado.
Pensemos ahora en la representación de la pesca de río, su icono clásico es el pez enganchado al anzuelo colgado del sedal, que es una imagen socialmente aceptada a pesar de ser la de un instante de sufrimiento.
Los peces no producen lástima, la sociedad muestra más preocupación por un árbol que por un pez, cabe pensar que esto se deba a vivir en diferente medio y al aislamiento cotidiano entre ambas formas de vida.
La pesca deportiva no está socialmente tan cuestionada como la caza, a ello contribuye también la tendencia de practicar la pesca sin muerte o pesca con devolución; en la que el pez es devuelto al agua una vez capturado. La ilusión de pensar que el pez devuelto queda disponible para el siguiente pescador es compleja, ya que altera el comportamiento natural y es antagónico a cómo deberían ser las extracciones de una población piscícola, para que la dinámica poblacional sea adecuada y próspera. A veces la realidad es que el pez se devuelve por la simple y llana voluntad del pescador de no llevárselo.
Son actividades muy distintas, pero pensemos en lo inadmisible que sería sujetar una perdiz por el pico con un anzuelo y volarla hasta atraerla y capturarla para acto seguido soltarla. Esta acción no admitiría disculpas.
En la pesca lo más débil es el río pues es un ecosistema muy vulnerable.
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