El caótico confinamiento de los cazadores

Tras los confinamientos decretados por el gobierno para frenar la pandemia, las personas sólo pueden salir de su domicilio para realizar actividades esenciales que, en resumen, vienen a ser aquellas que parecen fundamentales para que un país no se paralice, actividades que el mismo gobierno establece por decreto.


En el primer confinamiento esta pasada primavera la caza no se consideraba esencial. Tampoco hubo mucho revuelo porque en, general, la caza estaba cerrada, pero claro, con buen criterio las asociaciones cinegéticas pedían que las acciones cinegéticas debían seguir porque había que regular las poblaciones que exigían los planes técnicos mediante la caza selectiva o de control, impidiendo así que la proliferación de ciertas especies de caza mayor como el jabalí y el venado, que causan muchos accidentes de tráfico, daños agrícolas y forestales y contagian enfermedades a la ganadería. Y se consiguió.

Pero llegó la segunda ola de la pandemia y esta vez coincidió con la temporada de caza. Lógicamente nadie puede salir de su domicilio para ir a cazar. Pero esta vez eran las comunidades autónomas las que decidían qué era esencial y qué no. Además, las autonomías tienen competencias plenas en materia de caza. Ahora, en plena temporada de caza, la presión de los cazadores es enorme.

Ha habido comunidades como Asturias, que declararon la caza actividad esencial y los cazadores no tuvieron problemas para ir de caza, pero en la mayoría se ha adoptado la misma posición que tuvo el gobierno en el primer confinamiento: autorizar sólo la caza mayor, monterías y batidas, para controlar el aumento de jabalíes y venados fundamentalmente. Y la caza menor solo para control de daños de conejos.

Pero claro, se producía un agravio comparativo entre cazadores de mayor y de menor. De acuerdo que monterías y batidas ayudan a reducir el número de animales, pero al fin y al cabo los cazadores de mayor podían cazar, mientras que los de menor, con sus cotos pagados, el equipo renovado y sus perros ansiosos de campo, tenían que quedarse en casa. Se daban otros agravios comparativos, por ejemplo en Andalucía, con el confinamiento de los pueblos y provincias, sólo los cazadores empadronados en él podían practicar, en su término municipal, tanto la caza mayor como menor, pero los cazadores no empadronados en ese municipio, no podían practicar la caza menor, ni por supuesto todos los cazadores que vivían en grandes ciudades y que tienen su coto en ese y en otros términos municipales. Un auténtico caos.

De acuerdo que la caza menor en general no ayuda como la caza mayor a disminuir los accidentes en carretera, ni las especies de caza menor, salvo plagas puntuales de conejos, provocan los daños que puede hacer la caza mayor a la agricultura y tampoco transmite enfermedades a la ganadería, pero a efectos de la pandemia, los riesgos de contagio son mínimos. Siempre, y más ahora, la salud es lo primero. Pero si los riesgos sanitarios son nulos, es normal que el cazador de menor se enfade.

La autoridad, hablo por ejemplo de Andalucía, establece que un cazador de mayor puede ir a cualquier cacería de mayor a cualquier rincón de Andalucía, parándose sólo a repostar, con el salvoconducto que le envía el organizador de la cacería donde pone que ese cazador va a participar, en la fecha indicada, en esa cacería de mayor. Me alegro que se hayan salvado tantas y tantas monterías de las que dependen muchos sueldos en pueblos andaluces de interior, pero no me gusta que las autoridades andaluzas no hayan tenido también en cuenta los beneficios —económicos, físicos y síquicos— que la caza menor genera en las personas, máxime cuando están obligadas a estar encerradas en su domicilio y más si son cazadores y es temporada de caza. Es una tortura que solo puede entender quien es cazador. Y siempre sin olvidar la razón de estos confinamientos: reducir la pandemia.

La práctica de la caza debería ser actividad esencial por los beneficios de todo tipo —económicos y humanos— que genera y además el riesgo de contagio practicando la caza es mínimo. Por tanto, igual que las autoridades andaluzas dicen que todo cazador de mayor podrá ir desde su casa a cualquier coto de Andalucía donde se va a celebrar la montería, parando solo para repostar, lo mismo podrían decir para la caza menor, de su casa al coto y viceversa, sin pararse en ningún lugar salvo para repostar, llevando consigo un documento donde se acredite que es socio de determinado coto, firmado por el titular del mismo. Así de sencillo.

Vox, que gobierna en Andalucía con PP y Ciudadanos quiere abiertamente que todos los cazadores puedan seguir cazando y así lo ha hecho saber al parlamento andaluz. A ver qué pasa, pero por ahora en Andalucía ningún cazador de menor que tenga su coto fuera de su término municipal no puede cazar, pero sí podrá asistir a cualquier montería que se celebre en cualquier rincón andaluz. Un agravio comparativo muy gordo.

No saben los políticos —si no son cazadores, claro— lo importante que es la caza para los cazadores. Es algo muy fuerte, atávico, por eso, agradecerían como nunca que los políticos se pusieran de acuerdo y los dejaran cazar en paz, con todos los protocolos sanitarios que quieran, pero que les dejen cazar. Se lo dice un cazador.

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