Estamos indefensos

Clausurar un coto de caza se ha convertido en lo más fácil del mundo. Tan sencillo como colocar un lazo o soltar veneno (en mi pueblo se dice echar una bolilla) y asegurarse de que la Guardia Civil o algún agente de medio ambiente lo descubran, normalmente guiados por una denuncia 'anónima'. Con eso, ya está. Si el coto está en Andalucía, la Consejería de Medio Ambiente puede ordenar, como en el caso de Gilena (Sevilla) la clausura preventiva no ya del coto afectado, sino de dos acotados. Y que los cazadores demuestren su inocencia.


De nada servirá que la agrupación de cazadores que gestiona los cotos tenga por norma prohibir la caza del conejo sin perros, para no castigar tanto la especie; limitar la caza de la perdiz a cuatro domingos por año; retrasar - inteligentemente, a mi juicio- la apertura de la general al primer día de zorzales, esperando a que el pájaro esté más fuerte y, de paso, aliviando la presión sobre él; echar el cierre en año de sequía... Yo he visto, que no me lo han contado, a algunos de sus cazadores, dedicarle los domingos de primavera a construir majanos para los conejos, comederos o bebederos para los pájaros. Y ahora, justo cuando en el seno de la agrupación se plantea limitar aún más la presión sobre la perdiz, reduciendo aún más el cupo, la Junta de Andalucía prohíbe la caza durante un año. La Guardia Civil halló siete lazos dispuestos para la captura de predadores, posiblemente zorros, y dice la ley que los cazadores son presuntos culpables. Un año sin cazar, como medida preventiva. Queda fuera de duda que los hechos merecen ser investigados, con un procedimiento administrativo reglado en el que los cazadores puedan defenderse debidamente de la imputación que se les hace por defecto. Pero igualmente opino que una medida cautelar de ese tipo se antoja desproporcionada. ¿Qué daño o peligro se evita con ella? Es de esperar que la Consejería de Medio Ambiente -en materia de caza, a mi juicio, ha dado un paso de gigante- recapacite y pondere una sanción preventiva alejada de la realidad. Los cazadores parten con desventaja, como culpables "a priori". Si eso es así, en contra de un principio tan elemental como la presunción de inocencia, habría que estudiar también hasta qué punto, en estos casos, las denuncias pueden ser anónimas. Porque cualquiera se dará cuenta de que encontrar siete lazos, siete, en medio del campo sin dejarse ninguno atrás es mucha casualidad. Quizá demasiada.
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