¿El lince, especie de caza?

Avanzo que me pueden tomar por loco. Pero en la última semana he coincidido con varios gestores de cotos, entre ellos algunos de los más reconocidos dentro de este mundo, y al sacar el asunto del lince, todos me dijeron lo mismo: "La definitiva recuperación del lince se logrará el día en que se autorice su caza… y que por ello se pagaran buenas sumas de dinero".


Así dicho, por supuesto, suena a una barbaridad absoluta. No lo dicen con claridad a micrófono abierto quizá por eso y también porque es una afirmación fácilmente manipulable, que se presta a hacerle el juego a los demagogos que quieran acusarte de poco menos que asesino. Pero no crean que la opinión es tan descabellada. Y aquí les expongo mi reflexión, muy rápidamente, antes de que mi amigo José Luis Alcaide acabe convencido de que he perdido el juicio. No se trata de convertir al lince en especie cazable de la noche a la mañana, de golpe y porrazo, de sopetón. Claro que no. Partamos de la base de que está en peligro de extinción. Sí, en cambio, se podrían crear expectativas para implicar al máximo a los gestores de los cotos en los que está presente el felino. Las zonas de mejor salud del lince son precisamente cotos privados de Sierra Morena, especialmente la sierra de Andújar, donde los censos son muchísimo mejores que en Doñana. Cuánto mejores serían los resultados con la expectativa de un beneficio económico. Ignoro si alguna vez el lince entrará en la lista de especies cazables y, en todo caso, opino que faltan muchos años para que lo veamos, si es que llegamos a conocerlo. Pero, si alguna vez las densidades permitieran recechos, entonces la especie habrá alcanzado un punto de no retorno. Porque la buena gestión de un coto hace crecer las poblaciones. Frente a esto, los terrenos libres están baldíos, despoblados de fauna cinegética, lo que desmonta la tesis ecologista radical de que la caza esquilma los campos. Más bien ocurre todo lo contrario.
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