Caza y algo más
El devenir de las circunstancias me está llevando, de un tiempo a esta parte, a profundizar un poco más a fondo en una institución que, tengo que reconocerlo, sobre todo por el tipo de caza que practico, sólo conocía en superficie.
Bien es cierto que, por razones estrictamente profesionales, en determinadas ocasiones tenía que escribir noticias a cerca de la misma, y no deja de ser menos cierto que hasta me extrañaban las informaciones que recibía, causándome cierta sorpresa. Como la mayor parte de las veces tenía que informar de galas, cenas y eventos similares, mi percepción se limitaba en medida suma y mis sensaciones eran tan superfluas como para llegar a pensar en más de una ocasión que los integrantes de esta institución a la que me refiero se pasaban la vida comiendo y cazando y cazando y comiendo. Pero hete aquí que, como tantas y tantas cosas en la vida, sin comerlo ni beberlo ni buscarlo, resulta que me veo implicado, profesionalmente, claro está, con la citada institución. Y de la implicación profesional paso, tras rascar la primera capa y ahondar bajo la superficie, a la implicación personal. Primero conozco a las personas. Y me encuentro con que detrás de las fotos, que era lo único que hasta ese momento me llegaba, hay algo más que gente que caza y se limita a exhibir sus trofeos. Conozco a personas que, muy en silencio y sin algazaras, realiza cursos, implica a los jóvenes en la caza proporcionándoles, sobre todo, medios económicos y cacerías asequibles a sus maltrechos bolsillos, imparten conferencias, programan actos literarios, de caza, por supuesto, mantienen programas de defensa de la Naturaleza y las especies cinegéticas, apoyan eventos, congresos y todo tipo de actividades que tengan que ver con nuestra actividad (como el próximo congreso de biólogos cazadores que se celebrará en Barcelona el próximo mes de septiembre), pero sobre todo, y si me apuran lo más importante, destinan los beneficios de las subastas cinegéticas que realizan, que son muchas, a favorecer a los más desfavorecidos, a los que tienen necesidades, a veces muy básicas, y no encuentran el modo de paliarlas. En una noticia publicada en estas mismas páginas pueden comprobar el acto de donación de una ingente cantidad de dinero a una asociación que se dedica precisamente a eso. Y, que yo sepa, es de las primeras veces que aparece, en esto lo nuestro, una noticia semejante. Básicamente por lo ya dicho, porque su labor es silenciosa, sin ruidos, paso a paso y dando trigo… en lugar de predicar. Después conozco, bastante más a fondo, la institución. Lo primero que atrajo mi atención fue su lema: First for hunters, primero los cazadores, o los cazadores primero, o lo primero para los cazadores… o como bien quiera que se traduzca, que no es mi fuerte la lengua de don Guillermo. Pero, ¡coño!, ya me llamó la atención, ¡si resulta que lo primero soy yo, como cazador! Y cuando preparo los primeros artículos empiezo a descubrir que esto es algo más, un poco más, ¡un mucho más! Resulta que con una… insignificante cuota, ¡anual!, de noventa dólares, la institución está establecida nada menos que en Washington DC, al ladito de donde se toman todas las decisiones del poder a nivel mundial, y que no hay ni una sola decisión, ni una sola, que se tome a nivel cinegético en el país que rige los destinos del mundo, en la que ellos no estén presentes, defendiendo la caza y a los cazadores. Pero es que no hay ni una sola denuncia, ni una sola, por parte de cualquier grupo, ecologista o ecologeta, o del tipo que sea, en la que, de forma inmediata, no estén presentes sus abogados defendiendo… la caza y a los cazadores. Hay más. Con sus presupuestos, conseguidos a base de noventa dólares anuales, sufragan cientos de programas de conservación y sostenibilidad, en cualquier rincón del planeta, defendiendo, mejorando, salvaguardando a las especies cinegéticas, luchando contra el furtivismo y contra cualquier amenaza que pueda surgir y afectar… a la caza y a los cazadores. Y tienen voz y voto, nada más y nada menos, en organismos de la importancia de CITES, o en el Grupo Caza del Parlamento Europeo, junto con la FACE, en los que defienden los intereses de la caza y de los cazadores. ¡Nuestros intereses! Eso sí… si hay un tema que me enganchó, y me agarró por las tripas, no fue otro que el descubrir la labor social que realiza su Fundación. Allí donde hace falta un bocado, sobre todo en África, suelen estar y están. Voluntarios, cazadores pero voluntarios, dispuesto a llevar alimentos y enseres, además de una sonrisa, a las zonas más deprimidas y que más lo necesitan. Pero es que también trabajan con deficientes, con personas que, por circunstancias de la vida, no pueden apreciar, por ejemplo, la belleza de la fauna… allí están ellos con sus programas para mostrar, enseñar, divertir, comprender, ayudar… ¿Se puede pedir más por noventa dólares? Pues hay más. ¡En EE UU proporcionan, con la carne de la caza, sustento a un millón de personas necesitadas cada año! Algunos nombres, muy pocos, los conozco. Se llaman José María Losa, Enrique Grande, Rafael Pérez Fragero, Salvador Ruiz, Pedro Micó, José María Castresana, Fernando Jordao… Larry Rudolph, Joseph Hosmer, Nelson Freeman o Norbert Ullmann. El resto, son unos cuantos miles de personas anónimas, silenciosas, desinteresadas, altruistas, solidarias… cazadores, como usted y como yo. Aquí, mientras tanto, nos la cogemos con papel de fumar por un ¡quítame allá unos genes de una cuerna…! Ver para creer. ¡Ah, casi se me olvidaba! Se llama, la institución, Safari Club Internacional. Ya me acordaré de más cosas para contarlas.