«¡Waka waka eh, eh...! This time for africa»
¡Gracias Sudáfrica! Es, posiblemente, la primera y la única vez en la Historia, que un país, tan lejano, y a la vez tan cercano, al nuestro, y sus gentes, han sido coprotagonistas de uno de nuestros más hermosos sueños... despiertos.
Como he leído u oído por ahí, no sé dónde, uno cualquiera de estos tan revueltos como dichosos días, ¡gracias por, al menos un amanecer, habernos podido despertar tan felices! Porque, nos guste o no el llamado ‘deporte rey’, el peloto, que dicen por mi tierra, el soccer, que le llaman por otras, hay que reconocernos, por momentos, y a pesar de la que está cayendo, felices… muy felices y orgullosos. ¡Gracias, chicos! Vuestro esfuerzo y buen hacer no ha sido en vano. Hacía falta, aunque mucho me temo que no servirá para casi nada, un gesto, una gesta como la vuestra, que, a pesar de tanto… agorero y salvapatrias (las suyas, dicen), nos llenase el corazón de colores —¡de un color, el de España— y de sentimientos de pertenecer a un hermoso país, un gran país, enorme, por su Historia, por sus pueblos y sus gentes. Ese país, mal que le pese a unos cuantos, es el nuestro y, por momentos, gracias a vosotros, y a nosotros, que ahí estábamos, ha recuperado su orgullo de serlo. ¡Gracias, no me canso! Pero es del otro, aunque me puedan la emociones, de Sudáfrica, del que quisiera decir cuatro palabras y media. Hace un tiempo, no mucho, algunos, muchos de ellos con muchas reticencias, optaron por darle una oportunidad (oportunidad que, en mi opinión, no es sino un derecho). Otros, en la medida de nuestras mínimas posibilidades, también apostamos. Desde esta revista —y desde casi todas las del sector— y en nuestra feria, FICAAR, intentamos echar el resto apoyando, junto con esto lo nuestro, la caza, la Copa del Mundo de Fútbol, Sudáfrica 2010. Recuerdo, por que las viví de refilón, las tremendas ilusiones del responsable de información de la Embajada de Sudáfrica en España, Jacobo Brockhause, o las del propio embajador, Vusi Bruce Koloane, aquellos ya lejanos días previos a la Feria. Esas ilusiones, gracias al esfuerzo y al trabajo, ahí está, se han visto superadas con creces. Surgieron, cómo no, los atrabiliarios y los sibilinos, los que querían hacernos creer con sus mensajes nefastos de inseguridad y otras memeces, que aquello iba a ser poco menos que un desastre. ¡Se cayeron, y callaron, con todo el equipo! Pero también, y estos sí que han hecho sangre, surgieron los oportunistas, los del agosto en julio, los aprovechaos que, a costa del bolsillo ajeno, han querido llenar sus alforjas… Y han jodido el negocio. Por culpa, por ejemplo, de los tremendos precios de los billetes de avión, la caza —y la mayoría de los que querían disfrutarla quedándose roncos apoyando a nuestra Selección— ha visto mermada su habitual contratación… y los animales se han quedado en las fincas. Y la posible bonanza en estos tiempos de locos, ha perdido, por culpa de los de siempre, una oportunidad única, la que le brindaba todo un pueblo. Pero Sudáfrica, a pesar de los aguafiestas, ha demostrado al mundo de lo que es capaz. Lo que algunos consideraban esa citada oportunidad ya no lo es. Ahora, ya, demostrado con hechos ante los ojos del Planeta, la oportunidad se convierte en una necesidad, suya y de todos los pueblos de África que, de una vez por todas, y sin tapujos, deben exigir su derecho al desarrollo y al justo aprovechamiento de sus recursos, como la caza, ancestralmente expoliados. Porque, como no ha dejado de repetirnos machaconamente la canción de Shakira… ¡This time for Africa! Publicado en el número de agosto de la revista Caza y Safaris