Sin ánimo de parecer oportunista, interesada o sabelotodo, teniendo en cuenta que soy responsable de productos de protección auditiva y ocular en el canal caza de la marca líder mundial en el tema, la reciente encuesta realizada en Club de Caza me ha dado pie a escribir sobre algo que conocía y contra lo que en mi empresa llevamos luchando muchos años y que, ahora, estos datos abiertos y públicos refrendan: la falta de conciencia de lo que significa la pérdida de audición y cómo se produce, el prejuicio de uso y la resistencia al cambio del cazador y, finalmente, la desinformación en cuanto a equipo de caza.
Afirmaciones como
«diez tiros al año no son nada»,
«…después de oír las burlas de otros cazadores», o
«no, porque no puedo oír el entorno» se repiten en varias ocasiones entre todos aquellos comentarios que los encuestados han querido compartir y que dejan constancia de estas tres realidades.
Además de estos tres tipos de respuestas se podrían encontrar otros grupos o categorías, pero ni la encuesta tiene —por la forma de estar planteada— validez científica, ni yo trabajo en el CSIC, pero entre los más de cien comentarios hay uno que merece especial consideración y análisis. Ya sea por la valentía del encuestado, que responde con autoridad, como por su naturalidad, puesto que lo hizo de forma idéntica en dos ocasiones —quiero decir, tanto antes como después de anunciar que participar podría tener premio—. La falta de maldad implícita en la forma de responder le da un aire de seria sinceridad.
A la pregunta:
«¿Usa usted protectores auditivos para cazar?», responde:
«Absurda, encuentro que la pregunta es un poco absurda. El oído es un sentido imprescindible para la caza. Otra cosa son los ojeos […] Y lo dice uno que tiene algo de pérdida de oído».
No, no es absurda. Lo que sí es absurdo es ser sordo existiendo medios técnicos muy asequibles en el mercado, realmente eficaces, que permiten cazar sin perder un ápice de audición, manteniendo el oído protegido.
La pregunta es clara, directa, y las respuestas muy, muy elocuentes. Seguro que más de uno, o una, ni siquiera se había planteado, no ya solo la necesidad de usar protectores cazando, tampoco si eran cómodos o incómodos, legales o no. ¡Anda que cuesta creer que la protección sea ilegal! Y menos aún que existieran dispositivos electrónicos que, lejos de aislar del entorno, lo amplifican al tiempo que nos protegen del ruido.
Esta respuesta absurda, nunca mejor dicho, contradice justamente lo que la experiencia debería favorecer: Seguridad ante todo, información y uso de la tecnología para cazar más y mejor. Ilusa de mí, y decía yo hace unos meses: algo está cambiando.
Vaya por delante que no trato de dar lecciones a nadie. Soy novata, pero no sorda. Porque lo cierto es que no hay mejor sordo que el que no quiere oír.