Vaqueo en Timones y Bramadera

Unos cuantos madrugamos más que los demás para ponernos antes del amanecer en los cierres y cortar la marcha de las reses hacia sus encames. Ahora, con la bellota, pasan las noches en las dehesas comiendo.


Cruzamos el río, que no corre aún, pero tiene tablas con agua y allí estuvimos, cada uno en su puesto, esperando a que empezara el jaleo. Hacía algo de frío, pero no corría el aire y nos deleitamos con el espectáculo de un amanecer en el Valle de Alcudia. Los escandalosos mirlos, los vuelos de azulones y torcaces, algún berrido todavía y los cencerros de la suelta del ganado. La brisa traía, a veces, olor a mejorana. Pronto empezó a moverse el campo. Las reses, sin embargo, intuían que algo pasaba, pues no se decidían a marcharse. Una zorra cruza a pecho enfrente. «Ni aunque nazcas otras tres veces matas tú esa zorra, al trote y a ochenta metros», me dije para mi capote. Entonces me acordé en ese preciso momento y aproveché que no se tapaba con nada y la chisté, en eso que se paró a mirar de donde venía el ruido. Tiré, y la vi, instantes después, rodando la loma abajo. Nunca antes había usado ese truco. Más contento que unas castañuelas seguí esperando. Apareció otra raposa casi por los mismos pasos, pero esta venía derecha. La dejé cumplir y antes de dejarla ver entre los tamujos le hice la misma faena. Ya no estaba contento, sino pletórico. Solo ojeaban dos perreros con nueve podenquillos en total. Era una mezcla de vaqueo y batida. Las reses poco a poco se iban dejando caer por las posturas. A mí me llegaron dos ciervas, que se podían cazar y estaban tan flacas que lo hice. Yo no tiro así, yo voy con el campo al 60/40 como mucho, pero es que se me pusieron muy bien. Recogimos los bichos, entre todos, en un rato. Algunos destripándolos para poderlos sacar de los barrancos del río en donde se pudieran cargar en el remolque de un todo terreno. Se había dado fenomenal. Todas las caras con una sonrisa de oreja a oreja y ambiente inmejorable como siempre. Celebramos, además, un homenaje a nuestro anfitrión, con discurso del tío Mariano y placa incluida. No por habernos invitado este año, así llevamos varios, también por ser nuestro querido presidente. El de una peña, la del Puntal, que se organiza y se trabaja sus monterías para ahorrar gastos y conseguir los mejores resultados posibles. Dirigida por Esteban Arias, con la misma mano de hierro que sentido del humor, desde que se fundó, hace más de doce años, y de la que todos los que somos socios o lo hemos sido alguna vez nos sentimos muy orgullosos. Va por ti, Presi, y por todos nosotros.
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