Linces, carroñeros y el Camarote de los Hermanos Marx
Eran los años 80 y todavía los Montes de Toledo albergaban algún que otro ejemplar de lince ibérico. Los campeos cinegéticos de pubertad ejerciendo de morralero me hacían imaginar que en una de las jornadas de caza podría admirar aquel animal del que tant
Es labor de todos la conservación de una especie, máxime cuando ésta, el lince, es el felino en mayor peligro de extinción en todo el mundo. Así, desde el sector cinegético (Aproca y las Federaciones de Caza de Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura) no hemos hecho sino un ejercicio de responsabilidad, no sólo apoyando el proyecto sino colaborando de forma directa en la recuperación de la especie. Guardaré en mi retina la imagen de la primera liberación en la que estuve presente. Una extraña sensación de emoción y responsabilidad vendría marcada más adelante por los acontecimientos. De todos es sabido la muerte estos días de un ejemplar de lince ibérico, Kenitra que había sido liberado meses atrás dentro del citado programa de reintroducción. Por muy accidente que fuera, el hecho en sí es absolutamente injustificable. Pero quizás en este punto es necesario realizar una reflexión de la respuesta de la sociedad en la que nos encontramos. Quizás estamos ante una sociedad… ¿enferma? Son varias decenas los accidentes de caza que se producen cada año, incluso algunos de ellos terminan trágicamente con el fallecimiento de algún cazador. En alguno de estas ocasiones el responsable del accidente jura y perjura que vio entre el monte un cochino o un venao «enmontao». Me he puesto a comparar la respuesta de los medios de comunicación y de la sociedad ante estos hechos y enfrentarla con lo ocurrido estos días con nuestro lince, intentando no caer en la demagogia barata con la que algunos carroñeros aprovechan cada muerte de una especie protegida para demonizar a la caza y a los cazadores, obviando con toda intención que la mayor parte de estos animales se conservan gracias a nosotros, a nuestra gestión, a nuestro dinero y a nuestro amor por la naturaleza, infinitamente mayor que el de los conservadores de despacho. No dudo que alguna de estas organizaciones firmaría la muerte de un lince, águila imperial o lobo cada mes del año. ¿De qué otra forma estarían en los medios de comunicación? Por su trabajo, desde luego, jamás. Y si éramos pocos aparece, pidiendo dos huevos duros, cuál comedia firmada por el propio Groucho, el presidente de la Federación Española de Caza como gran predador al acecho, con oportunismo, incidiendo en las poblaciones enfermas, presentándose nada más y nada menos como el gran gurú de la ética y la conservación. Hasta la fecha, «pinchao», «aculao» en una mata pero como hemos podido comprobar curándose las heridas de muerte que cicatrizan con el tiempo convirtiéndolas en rasponazos. Bien haría devolviendo a la imagen de la caza en este país lo que tanto nos ha quitado y que tanto costará recuperar, si es que alguna vez devolveremos los representantes de la caza esa confianza a los cazadores. Este tipo de hechos puntuales no debe empañar la labor de cazadores y titulares de cotos en la conservación de nuestro medio, pero también debemos ser autocríticos y preguntarnos por qué no somos capaces de externalizar ese trabajo. Un sector que se vanagloria de representar a tanta gente y generar toda una economía en torno a la cinegética… pero no es capaz de lograr que un solo medio generalista de este país tenga una mínima sensibilidad hacia la caza. Y eso ocurre y ha ocurrido con gobiernos que en mayor o menor medida respetan nuestro mundo. Los problemas que hoy tenemos encima de la mesa serán una broma comparado con los nuevos tiempos. No lo duden. Vayamos preparándonos.