Alicia
Como todos los meses, me tienen que apretar para que saque a la luz estas cuatro líneas que, para las bobadas que digo algunas veces, más valdría que rellenasen con santos. Siempre me pasa que, durante el mes, se me ocurren un montón de ideas que podrían llegar a ser interesantes pero, a la hora de tener que llegar al cierre, se escabullen entre los vericuetos que dejan los vacíos de mi docena de neuronas.
Cuando llegan esos momentos siempre me acuerdo de Jacobo, tan ausente, tan inmerso y tan feliz en el pequeño mundo de su caza, de donde no saca la cabeza porque, como él dice, cada vez que lo hace «me la llenan de chichones». En su cosmos, Jacobo este año ha rozado las estrellas. Lo digo porque, hace ya tiempo, dijo que este año sus temporadas del corzo y de esperas tenían que haber acabado para la Semana Santa. Mantenía que siendo «el hombre el animal más falso de la Creación», se barruntaba que esta primavera iba a ser una marabunta de gente que, para paliar la crisis, iba a invadir los campos de coches impagados y embargados, gastando gasoil a uno treinta el litro, para llevar a casa el fruto de su expolio: un kilo de espárragos que en la tienda cuesta dos euros. Eso o que, viendo el precio de los restaurantes, iba a haber una invasión de paelleros que se desplazan con una docena de vehículos cada trece, para ahorrar en las comidas de hermandad. Por todo eso, Jacobo, a día 5 de abril, ya había abatido cuatro corzos, de los del método húngaro y del mismo porte, y tres cochinos de los buenos. «Los demás que se los lleven los esparragueros». Y, como casi siempre, no se equivocaba. El resto de los mortales, en vez de cuatro corzos, llevamos cien encuentros con bultos que acaban siendo siempre recolectores de frutos del campo. Donde en marzo se veían corzos, ya no están, ni espárragos ni cardillos. En mayo, los cangrejeros, y en junio, los dueños de los terrenos con la mano extendida, para darnos ánimos a una media de veinte euros por hectárea. Mi amigo también dice que al ser el hombre el animal más falso, el mundo de la caza ayuda poco. Poco porque llevan un mes queriéndonos convencer de que la media veda es ilegal y los medios se vuelcan en darle vueltas a la rehala del Marqués, respaldada por tres mil hectáreas de regadío; a la caza de corzos en Rumanía, con copyright de 2007; a los podencos del granaíno, que cazan de maravilla en la hectárea en la que les suelta los conejos; o a los ojeos a los que asiste Jesulín, en los que las perdices son salvajes, a pesar de que en el reportaje se vean los jaulones de aclimatación. Alicia, en su país de las maravillas, estaba más cerca de la realidad.