Dando por saco

En uno de esos grandiosos días de sol del mes de enero, y ya cumpliendo con la prohibición antitabaco, nos tocó comer en un restaurante donde habitualmente vamos. Éste, en previsión de posibles huidas de clientes fumadores, había adaptado un patio para atenderlos, también cumpliendo la normativa.


Como el día era muy bueno, nos sentamos en tal patio a comer y, evidentemente, a fumar. Era el primer día que instalaban la terraza y, como desde la barra se nos veía a través de una enorme cristalera, el propietario del restaurante nos dijo que a lo mejor le servíamos de reclamo. Después de comer, comentando el experimento, nos explicó que le habían protestado, que un individuo no estaba conforme solamente con la visión de vernos comer y fumar. Lo curioso del tema es que el cliente furioso, aun siendo conocido del dueño, era la primera vez que entraba en el local. De esto podemos sacar dos lecturas: una, que la Ley Antitabaco no es mala y, la segunda, es que a un atajo de personajillos aún les parece demasiado permisiva. No me cuenten lo de la cantidad de dinero que nos vamos a ahorrar en enfermos de cáncer de pulmón, porque más dinero se gasta la Administración en dejar las carreteras rectas para evitar que un atajo de locos se coman las curvas, ya que en los automóviles instalar limitadores de velocidad porque vulnera la libertad de los conductores. Todo ese atajo de personajillos que protestan por el tabaco y la caza, y por alguna cosa más, como los toros, no son otra cosa que ruidosos ‘antinosotros’. No protestan porque les moleste el tabaco, porque dudo que haya muchos ‘cierrabares’ no fumadores; no protestan por la caza ni por las armas, porque tampoco creo que las hayan conocido ni de lejos; considero que, como decía mi señor padre, don Ricardo, son un atajo de resentidos envidiosos. En el fondo, lo único que quieren es que la vida de los demás sea tan carente de sentido, iniciativas y aficiones como la suya propia; pero son los que más protestan y más ruido hacen, que es en lo único en lo que saben ocupar su tiempo libre. Y los políticos ceden. Y nosotros cedemos. Y después de esta Ley Antitabaco, vendrá otra más restrictiva. Y detrás del nuevo Reglamento de Armas, llegará otro con más limitaciones. Y así, a base de ocupar el tiempo libre en envidiar a los demás para fastidiarlos, y siempre cediendo nosotros, quizás consigan que nuestras vidas sean tan anodinas y ridículas como las suyas. Pues sepan ustedes a quiénes votan, porque la mayoría de los establecimientos afectados por esta ley han votado a los que se la han impuesto, y la mayoría de los cazadores, también. Esta aldea global en la que vivimos nos metió en la crisis y nos sacará de ella. Los políticos de este país poco pueden hacer para remediarlo, pero, mientras tanto, con esas leyes, más o menos discutibles que nos imponen, nos pueden hacer la vida más o menos llevadera. Ése es el voto útil.
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