Trogloditas

Trabajamos en una finca en la que nuestra labor compete a varios aspectos, exceptuando el de control de poblaciones. Eso es así debido a que los arrendatarios conocen a una verdadera ‘eminencia’ en la caza que sabe una barbaridad de todo, hasta de su oficio.


Aparte de haberse dejado ir dos zorreras completas y de que se van a quedar sin conejos, va dejando los cadáveres de los zorros que mata colgados de las olivas. Evidentemente, las autoridades ya nos han llamado la atención. Decía don Hilarión en la zarzuela La verbena de la paloma que las ciencias avanzan una barbaridad. Tal cosa, desde mi punto de vista, es totalmente errónea porque, según yo pienso, a las ciencias las hacen avanzar los científicos, al igual que a la técnica la empujan los ingenieros. En el mundo de la caza ha avanzado la parafernalia que lo rodea, la aeronáutica que nos lleva a cazaderos ignotos, la industria armera, la óptica, la veterinaria, las granjas y la nutrición y la mecanización que hace que se pueda dar de comer a tanto animal cerrado y de granja. Pero la caza en sí sigue igual que hace sesenta años: la erradicación de las alimañas y la repoblación. Todo el mundo habla de que cuando se cepeaba había más caza y de ir arrendando cotos para abandonarlos cuando se agotan. Tan sólo hay unos cuantos de los que se llenan la boca de gestión que hacen lo mismo que los anteriores, sólo que agregando unos cuantos litros de agua, unos pocos kilos de trigo y la palabra vacuna a la emoción de la caza. Algo es algo. Después, todo el mundo se asombra de que grandes cotos se vengan abajo o de que haya explosiones demográficas incontroladas e incontrolables, y es porque los cazadores no hacemos avanzar a la caza en sí: nos limitamos a ver pasar el mundo delante de nuestras narices, a lamentarnos y a pegar tiros, pocos o muchos, entre queja y queja. Sacamos nuestros conocimientos viciados por opiniones de personas que cazaban cuando este mundo era otro y le echamos la culpa a los bichos que se comen nuestras perdices y nuestros conejos y a la administración que cada vez es más restrictiva. Yo no estoy en condiciones de enseñar a nadie, pero he comprobado una serie de cosas, que a mí me han dado resultado. No soy muy listo, pero sé que hacer cortes en los zarzales hunde la población de conejos; donde yo tengo una pareja de azores no tengo urracas; de donde sacamos una familia de zorros, a los pocos días nos crían las conejas; no eliminamos más que los cachorros de zorro y algún adulto, porque he leído lo de la territorialidad de los adultos y el llamado efecto sumidero; donde hay culebreras hay más perdices y en los vivares de donde sacamos diez conejos grandes, a la semana hay veinte conejas jóvenes criando. Repito, no soy muy listo, pero me fijo mucho.
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