Sobre la caza de predadores, de alimañas y de plagas

Debemos ser muy precisos cuando hablamos de equilibrio ecológico, y a la vez decimos que hay que ser conservacionistas de la fauna y de la flora.


Este equilibrio dinámico es el resultado de la interrelación de aquellos factores del medio ambiente natural, que hacen que no se altere el ecosistema bruscamente. El equilibrio ecológico es indispensable para la vida de todas las especies. En la naturaleza hay un control entre las distintas especies presentes en el medio; es decir, que así como las poblaciones de herbívoros están controladas por los recursos vegetales, también estos herbívoros son el recurso de los carnívoros y regulan el tamaño de la población de sus predadores; es decir, que si hay escasez de presas, disminuirá el número de depredadores al escasear el alimento. Y el sistema se desequilibrará ante el crecimiento desmedido de una especie, ya que puede suponer la casi desaparición de otras. Si manejamos con exactitud las definiciones, diremos de un animal que es un depredador selectivo si caza a otros determinados de distintas especies para alimentarse. Y diremos que un animal es una alimaña cuando es perjudicial para otros como especie, o para el ser humano. Un ejemplo del primer caso es el lobo ibérico. Si bien en zonas en las que las poblaciones existentes no están sometidas a régimen de capturas por la necesidad de regenerar esta especie, en otras es pieza de caza, aunque como tal es escasa, su cinegética está regulada y no es perjudicial para el hombre, aún cuando produzca daños en el ganado que deberían ser inmediatamente compensados al ganadero. Una administración ágil, que indemnizara rápidamente los perjuicios ocasionados por este cánido, ahorraría muchas polémicas sobre la conservación de este tesoro. Ejemplo del segundo caso es el zorro; abunda y es oportunista, por el método de predación correspondiente a su etología que hace peligrar la reproducción de varias especies silvestres, como también es propagador de enfermedades como la rabia, se puede considerar alimaña, lo que no va en contradicción con que sea pieza de caza. Es consustancial a la acción de cazar la escasez, la búsqueda del animal a abatir es la base del arte de cazar. Lo contrario de la relativa escasez sería una plaga, es decir la abundancia masiva de seres vivos de la misma especie, por lo que esta gran cantidad de individuos causaría graves daños a poblaciones animales o vegetales. Hay casos en los que el crecimiento indiscriminado de la población de una determinada pieza de caza ha derivado en plaga. Como por ejemplo el conejo en Australia, su introducción allí, en el siglo XIX, fue una catástrofe ecológica, al no tener predadores naturales se expandió en forma de plaga. Ha sido el animal que más daño ha causado al medio natural australiano. La caza, en este caso, no fue suficiente para su control, ya que el número de cazadores, a principios del siglo XX, en ese continente era escaso. Se intentó controlar la plaga con trampas, venenos y hasta se construyó una valla de más de mil kilómetros, hasta que se recurrió a la mixomatosis, en 1950, lo que redujo de un modo radical la población. Pero la suelta en Francia, en 1952, de conejos inoculados con el virus, extendió la enfermedad por todo el continente europeo, donde este lagomorfo no era plaga. Y así en España la gran disminución del número de conejos, especie que desde entonces ha tenido más tribulaciones que la de la mixomatosis, influyó decisivamente en la disminución de las poblaciones de lince y de águila real. También esta carencia de conejos ha hecho que animales, como por ejemplo el zorro, dirigieran su predación hacia la perdiz roja. Otro caso es la gran abundancia de tórtolas en Argentina, oficialmente declarada como plaga en este país, pues sus efectos sobre los cereales son nefastos. Afortunadamente aquí la caza utilizada como herramienta, y a la vez para obtener rentabilidad y fomentar el desarrollo rural, establece un control que permite mantener el equilibrio ecológico. El ser humano, mediante el ejercicio de la caza, colabora con la naturaleza para que no se rompa dicho equilibrio, procurando que no haya un cambio brusco catastrófico en una especie.
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