Procesionaria del pino: de oca a oca

Seguro que os estáis preguntando por el extraño titular de esta entrada al blog. Pues, aunque raro, todo tiene su sentido.


Como buenos campeadores seguro que habéis visto, o por lo menos estáis informados, de la plaga de oruga procesionaria (Thaumetopoea pityocampa) que azota a nuestros campos este año debido a las condiciones climáticas. Y, por supuesto, doy por hecho que todos sois conocedores de la peligrosidad que la dichosa oruga supone para nuestros canes. No obstante, quiero compartir con vosotros mi experiencia personal que, cuando menos, si no instructiva, sí es curiosa.


Un día de caza muy peligroso

Un día de caza entre la plaga

Hace poco estuve en una tirada de perdices, en una zona de la Siberia Extremeña donde no hay un pino en muchos kilómetros a la redonda. No obstante, debe ser una zona muy próspera para la puesta de la mariposa, porque las orugas bullían por doquier y ganaban por goleada al número de perdices.

Curiosamente, y ante tal reproducción de la plaga, ningún perro, ni ningún cazador, sufrió incidente alguno con los pelos urticantes de estas pequeñas matonas.

En cambio, el otro día —vivir en el campo es lo que tiene— me encontré dos filitas en la misma puerta de casa que, curiosamente, tras un primer sobresalto al verlas de reojo y pensar que era una culebrilla, me sirvieron para hacer dos descubrimientos que, al menos mi persona, desconocía por completo.

Uno de ellos fue conocer a uno de los depredadores naturales que tiene la procesionaria. Conocía a aves como el carbonero común, el cuco o el críalo, e insectos como las hormigas y las avispas. Pero desconocía que las arañas también plantaban cara a la procesión de la muerte.

El segundo descubrimiento no fue ni tan emotivo, ni agradable.


Cuco comiendo procesionaria

A zapatillazos es peligroso

Sabemos que tocarlas acarrea problemas pero, ¿conocíais el peligro del contacto indirecto?


Las culpables de todo

Después de grabar el anterior vídeo —y aunque no es mucho mi estilo— decidí acabar con las orugas, debido a que mis compañeros gatunos y perrunos andaban merodeando por el lugar, y a que iban directas hacia su próxima víctima, un pino piñonero que está a escasos metros de la puerta.

Comencé a darles zapatillazos —muy rústica yo—. La perra de un amigo, a la que estaba cuidando, se acercó ante la curiosidad de los golpes, a una distancia prudencial —sin llegar ni mucho menos a olerlas— y el karma de mi tajante decisión nos devolvió la jugada.

Como recomendación os apunto que más vale sacudirlas a todas a la vez… porque si te las cargas de una en una… estás perdido/a. El nerviosismo las hace desprenderse de sus pelos anaranjados y urticantes como si fuesen dardos envenenados lanzados por tribus expertas en cerbatanas.


Inflamación del hocico

El contacto indirecto

La perra comenzó a rascarse el hocico, nada, un segundo. Y continuó con normalidad su tarde, hasta que pasada una hora, aproximadamente, su comportamiento hiperactivo fue cambiando y solo quería estar acostada a mi lado. Entonces aprecié una leve hinchazón en el labio y decidí explorarla. ¡ERROR!


Parte de la reacciones alérgicas pasadas las 24 horas de la aparición del primer síntoma

Toqué sus ganglios, inflamadísimos, miré su lengua, pequeñas ampollas, estaba claro que estaba afectada por la oruga, por lo que me dispuse a llamar a su dueño para llevarla al veterinario urgentemente. Gracias a Dios, fue una reacción leve, que curó con corticoides y tiempo.

Un par de horas después, era yo quien entraba por la puerta de urgencias del centro de salud más cercano, con una fuerte erupción por contacto indirecto. Un brote alérgico como nunca he tenido, que se extendió por espalda, pecho, cuello y brazos a la velocidad de la luz.

Doce horas después, también por contacto indirecto, el dueño del perro presentaba una reacción alérgica similar a la mía.


Tercer posible contagio por contacto indirecto con la misma procesionaria del pino

El gato, lo tenemos en duda, pero por la mañana tenía la zona izquierda de la cara algo inflamada y el ojo cerrado.

¡Cuidado con las orugas del pino, que las carga el diablo!

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