De berrea en el río Guadarranque

Hace escasamente un mes… aún me despertaba en manga corta y me ceñía una camisa para salir al campo temprano. Hace escasamente un mes disfrutaba de la berrea en lugar de las monterías. ¡Qué rápido pasa el tiempo!


Parece que fue ayer cuando caminaba, durante un par de jornadas, por los conocidos Guadarranques. No sé qué tiene mi tierra que me vuelve loca. Cazar aquí es un placer para los sentidos. Cazar en abierto, lo es aún más.

Tardó en llegar, pero a finales de septiembre ya estaba la berrea en pleno apogeo

Llegar al campo amaneciendo, rodeada de olor a monte y petricor, envuelta en el sonido de la brama, hace disfrutar a cualquiera que sienta la mínima afición por esto, se consiga el objetivo o no.

Junto al guía, que más o menos tenía visto algunos venados, pero no controlados, nos adentramos caminando sigilosamente en el coto, al que amablemente Marce me había llevado.

¡Porque no cazar… también es cazar!

Llamadlo ¿suerte?, pero a los diez minutos de rececho ya localicé un buen venado, de cuerna oscura, gruesa y unas doce puntas. Imagino que no sería suerte porque desaproveché el lance por querer acortar distancias entre él y yo. Las ciervas a las que pretendía me localizaron, mientras esperaba que se destapase con los chaparros que tenía delante, y lo espantaron con su huida.

El segundo intento fue a un venado algo más pequeño. Le sentía berrear mientras acababa de subir a una meseta, y me sorprendió acostado a escasos cien metros, a ras del monte. No quise tirarle, al menos no echado, así que esperé alguna reacción por su parte. La reacción no fue levantarse… la reacción fue desaparecer de un salto.

A la tercera va la vencida

Me tocó regresar por la tarde para poder disfrutar de tan deseado lance.

Atalayamos la empinada sierra sobre las siete de la tarde, buscando un venado que emitía un contundente bramido y podría entrar dentro de las posibilidades que ni siquiera habíamos imaginado. Pero, al llegar, allí no se había movido aún un alma. Sólo había un testero, tupido de jaras y altísimas madroñas que daban cobijo al autor de los bramidos, que aún descansaba echado bajo sus sombras.

La espera se hizo larga, por no decir eterna, pero finalmente se dejó ver… el ruido de sus pezuñas en las piedras que bajaban al arroyo, para acercarse a las hembras que habían bajado a beber, lo delataron. Sus cuernas, entre las copas, no parecían muy altas, pero se daba un aire al primer venado que localicé por la mañana. Esta vez sí aproveché la oportunidad. Fue el estreno de mi nuevo equipo, un arma que se comportó como un auténtico todoterreno por los sitios donde fui; el Mauser M18 en calibre .270 Win, para el que escogí munición RWS ST y un visor Minox ZE 5.2 de 3-15x56.

¡Es lo que tiene la montaña!

Llegar hasta el animal nos costó antes y después del abate… Entre dos luces, conseguimos acceder hasta el escarpado barranco donde le tiré. Las fotos, por la escasez de luz, inservibles. Pero guardo el momento en mis retinas.

Ya de noche ‘por todo el mundo’, la empresa cárnica Carnes de Caza Marce recogió el cuerpo del venado para su aprovechamiento y nosotros regresamos hasta Guadalupe, donde nos reunimos con otro compañero que estaba cazando por la zona para cenar y revivir los lances y avatares de la jornada, como tanto nos gusta a los cazadores.

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