Un confinamiento positivo para el campo

No sé qué hubiera pasado si este confinamiento por culpa del coronavirus hubiera coincidido con la temporada de caza. Me temo que habría habido más incumplimientos. No sé. Afortunadamente no ha sido así, ha tocado en primavera y ha sido muy positivo para el campo.


Los animales han criado con una tranquilidad desconocida, ni siquiera les han molestado senderistas, ni por supuesto esparragueros y seteros, que malogran conscientes o inconscientemente las crías de muchas especies, especialmente de la perdiz.

Otra consecuencia del confinamiento es que muchas especies se han adentrado, debido a esa tranquilidad, en zonas urbanas y periurbanas. Las redes sociales se han llenado de videos de jabalíes, incluso venados y corzos ocupando parques y jardines, provocando daños y hasta miedo, sobre todo los jabalíes, a algunos vecinos, haciendo ver a la sociedad que la caza, entre otras muchas cosas positivas que tiene, ayuda por ejemplo a controlar un exceso de ciertos animales cuya expansión puede ser peligrosa. Por esta misma razón algunas poblaciones se han disparado y provocado daños a valiosos cultivos.

Pero lo que más me ha llamado la atención es la espectacular primavera que hemos tenido, de libro, como solían ser antes, con lluvias abundantes y recurrentes, que han hecho crecer el pasto y los cultivos como nunca. A lo mejor es casualidad y tocaba ya una primavera así, o a lo mejor es que como han dejado de volar miles de aviones, circular millones de coches y las fábricas han estado cerradas o casi, la atmósfera, limpia como nunca, se ha comportado como debe comportarse, como se ha comportado siempre cuando el planeta no estaba envenenado por tierra, mar y aire de toda la mierda, sobre todo química, que echamos los humanos.

Ahora no dejan de hacerse estudios sociológicos y sicológicos sobre el confinamiento, y está muy bien, pero serían también muy necesarios estudios científicos que demuestren con datos que este parón contaminante también le ha venido muy bien a un planeta excesivamente envenenado. Y si esto es así, como imagino, a ver si aprendemos a contaminar menos y a lo mejor es hasta bueno hacer todos los años, por simple sentido común y bienestar planetario, un parón, si no idéntico, muy parecido. Que el día de la tierra se conviertan en la quincena de la tierra, quince días en los que sea obligatorio no contaminar y dejar al planeta, a nuestra madre tierra, respirar tranquila, sin esa mascarilla que lleva ya siempre por nuestra culpa.

Me temo que cuando volvamos a la normalidad volveremos a envenenar el planeta en muy poco tiempo, pero algo tenemos que aprender no sólo desde el punto de vista humano, sino también de nuestra relación con la tierra, que tenemos envenenada y que a poco que la respetemos, como la madre amorosa que es, limpiará un poco, y ventilará la pocilga en la que hemos convertido nuestra casa. Y volveremos a respirar mejor.

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