Una contradicción

En enero se presentó en el coto el socio más joven con un amigo asturiano, según él, becadero especialista. Un cazador que sólo caza becadas con su setter, muy formado, conocedor como nadie de la biología de la pitorra, colaborador en estudios sobre la especie, e incluso suscriptor de una revista monográfica sobre la pitorra.


Pensé para mí que así tenían que ser todos los cazadores, gente muy bien formada, que intentan saber todo sobre la biología y los problemas que tienen sus especies preferidas, y dispuesto a colaborar, con dinero o de forma altruista, para asegurar el futuro de la especie y su caza. También son muy puristas cinegéticamente hablando: la becada tiene que ser abatida en buena lid tras el trabajo sabio e infatigable de su perro. Para ellos, cazar una becada no es levantarla por accidente mientras cazamos otra especie y abatirla sin más. Eso sí, llevan un equipo de caza muy especializado, incluso sofisticado diría yo, que facilita la caza de esta especie. Por ejemplo, llevan una escopeta de cañones muy cortos y chokes muy abiertos, cartuchos de 40 gramos de perdigón fino y el perro lleva un collar electrónico que emite un sonido que deja de sonar cuando se para, o sea, está de muestra. Antes estos perros llevaban una campanilla, que no paraba de sonar estando el perro en movimiento, pero cuando paraban haciendo la muestra, el cazador se acercaba hasta que la becada saltaba y le tiraba con esa escopeta tan peculiar y esos cartuchos tan potentes, convirtiendo el tiro en una abierta lluvia de perdigones que facilita la captura. También, lógicamente, denuncia que la pitorra se cace a la espera, o cuando está uno esperando palomas o zorzales, y de hecho hay autonomías que lo prohíben porque es fácil cazarlas así cuando abandonan los bosques y se dirigen a los prados para comer, y viceversa. Le dije, por lo que le escuché, que le daba mi enhorabuena, pero le aclaré que si cazando perdices, zorzales o palomas, se levanta una pitorra, le tiro sin dudar porque es otra especie cazable, rara y exquisita, al menos por aquí. Pero él seguía en sus treces, un poco intransigente e insistiendo en que a la becada hay que cazarla con perro de muestra. Y la liebre «con una collera de galgos atraillados», me dije yo para mí acordándome de aquel fandango. —Me parece muy positivo que la becada tenga cazadores como tú, pero no nos pongamos extremos. A lo mejor en el norte hay muchos becaderos como tú y la presión cinegética que sufre la becada es exagerada, pero aquí, donde la becada es testimonial, las cazamos cuando tenemos la oportunidad, y no son muchas. Por otro lado, hablas continuamente de purismo, pero llevas un equipo muy sofisticado. ¿Por qué no tiras menos gramos, o le pones a tu perro una campanilla, como se ha hecho siempre? Pasa un poco como el cazador arquero, que va de purista y lleva un equipo de última generación, hasta camuflaje antiolor. Reconozco, aunque sea de poleas y fibra sintética y las flechas de carbono con unas cuchillas tan afiladas como las de afeitar, que el arco es un arma rudimentaria frente a un rifle con visor, pero si lo que se persigue es emular a nuestros antepasados y presumir de ello, por qué no volvemos a las puntas de sílex, arco recurvado y a un camuflaje más natural. Ya sé que es imposible porque no tenemos ni el tiempo ni la habilidad del hombre primitivo, y tenemos que suplirlo con accesorios de última generación que nos ayude a acercarnos bastante a la pieza y abatirla con más seguridad, pero no presumamos de tanto purismo mientras utilizamos tecnología punta. Llevé a ambos amigos a lugares donde suele haber pitorras y abatieron dos a muestra de perro. Reconozco que buscar una pitorra con un perro especialista, que la muestra y la levanta, tiene un encanto único, pero estar a los zorzales y ver venir la silueta de una pitorra me pone también muy excitado y le tiro con mucho gusto.
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