¡Qué viejito estás, Morito!

Más de 15 años junto a mí.


Las canas de tu cara te delatan. El tiempo y la vida pasan y no podemos volver atrás. Te veo aquí, tumbado a los pies de mi cama, y se me encoge el alma pensando en el día en que faltes.

Durante quince años has sido mis pies y mis manos, mi fiel e inseparable compañero de risas y de lágrimas. Has llenado mi vida de felicidad y de buenos momentos. Algunos también muy malos, como cuando te robaron y, tras mover cielo y tierra, pude recuperarte.

No podía dejar de luchar por ti porque tu sitio está a mi lado y no saber dónde estabas hizo que durante cuatro días algo muriera dentro de mí.

Mientras que estás aún aquí y te miro al escribir este texto, solo puedo expresarte mi gratitud por haber tenido la suerte de haber compartido tu vida conmigo. Alguno no lo entenderá, pero las lágrimas llenan mi cara al escribir esto, pero poco importa que no lo entiendan.

Vosotros, compañer@s, que amáis a vuestros compañeros de sueños igual que yo a los míos, sabéis lo que siento, sabéis lo que digo.

Esto es lo que siente un cazador por su perro, dedicado al mundo animalista que nos señala y estigmatiza.

Gracias compañero y amigo.

Francisco Fernández Fernández, cazador de 82 años.

Comparte este artículo

Publicidad