Salvan un corzo ‘unicornio’ enganchado en un pastor eléctrico

El animal estaba frío, completamente inmóvil. Pero cuando Abel y sus amigos se acercaron, ese corzo volvió a la vida. Estaba enganchado con múltiples hilos de un pastor eléctrico. Ante la belleza de un trofeo tan extraño, Abel asegura: «Me vale más la foto con él después de salvarlo que cualquier trofeo».


 Rescate corzo
Rescate corzo

En el vídeo aparecen Abel Rodríguez, Bauti, Efrén, Irene y Miriam. Todos estaban buscando espárragos en Navahermosa, en la finca La Perala, muy cerca del embalse de El Torcón, donde, como nos dice Abel, «una tarde a espárragos se convirtió en una tarde de rescate».

Estaba a punto de morir

Al poco de pisar monte, fue cuando Efrén alertó al resto de compañeros: «ahí hay un…» pero no le venía a la mente el nombre de la especie. Entonces fue cuando Abel, cazador esperista, montero, corcero y aficionado al zorzal, completó la frase: «es un corzo».

Todos se acercaron. A medida que llegaban a su lado, sospechaban con más fuerza que el animal estaba muerto. Incluso cuando lo tocaron, estaba tan frío que parecía sin vida. Pero al efectuar movimientos más intensos, el corzo se movió. Estaba vivo.

Corzo ‘unicornio’

El animal tenía muchos hilos de un pastor eléctrico enredados en su único cuerno. Abel nos explica cómo sospecha que sucedió todo para acabar con el animal allí esperando la muerte: «Cerca hay una finca con ganado, y tiene instalado pastor eléctrico. El corzo seguro que intentó pasar por debajo y su cuerno quedó enganchado en los hilos.

»Al intentar quitárselo con la pata, seguro que el animal se enredó hasta quedar imposibilitado para levantarse o moverse. Tenía más de 30 cuerdas atadas por detrás de la nuca hasta el cuerno y enganchadas en la pata delantera.

»A saber cuánto tiempo llevaba el animal allí. Viendo el estado en el que lo encontramos, sospecho que al menos había estado inmóvil dos días».

Taxidermista, cazador y un ejemplo para todos

Abel, además de cazador, es taxidermista. Conoce mejor que nadie el valor de un trofeo tan extraño como el que porta este corzo, pero en lo único en lo que pensaba cuando lo vio, fue en ayudarlo y salvar su vida: «Todo tiene su momento. Para cazar, los cazadores tenemos nuestro momento, pero para salvar a un animal en peligro siempre hay que hacer todo lo que podamos. Puedes imaginarte lo que supone para mí un trofeo como este, pero no era ni el momento ni el lugar. A los animales en peligro hay que ayudarlos. La caza es otra cosa muy distinta».

Cuando consiguieron, no sin bastante esfuerzo, liberar al corzo de las todas las cuerdas, le alejaron del lugar donde había yacido y le orientaron hacia el agua del embalse. «El corzo se dirigió hacia el pantano, que está a escasos cien metros. Ojalá llegase pronto y pudiera beber».

El corzo no estaba herido, apenas unas raspaduras en el manto de pelo. Abel nos tranquiliza: «Ese corzo no se muere. No tenía heridas de sangre. Y, al no haber aún moscas, es casi imposible que le infecten».

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