Los cazadores en Sudáfrica defienden su derecho a disparar
Adri Kitshoff, cazadora profesional en Sudáfrica, apunta a través del objetivo de su fusil, dispara y a 100 metros, un antílope cae muerto de inmediato. Adri cierra los ojos, visiblemente aliviada porque lo consiguió y el animal no sufrió.

Amenazas de muerte
Ni hablar de disparar desde un coche. El código ético de los cazadores quiere que el animal tenga su oportunidad. «Los cazadores no son personas violentas a las que les guste matar», afirmó Hermann Meyeridricks. «Cazar es una experiencia que te acerca a la naturaleza, tienes que saber interpretar la sabana, tienes que formar parte del ecosistema», defendió. No obstante, estas prácticas ofenden cada vez más a la opinión pública de los países industrializados. «África no puede permitirse el lujo de adoptar la postura europea», replicó Meyeridricks. «Para que la fauna prospere, los habitantes tienen que sacar provecho, beneficio económico. Y no tiene que haber conflicto con los animales, en especial en la agricultura (…) Los hombres forman parte del ecosistema, no se puede hablar solo del ‘derecho’ de cada animal a existir», defendió. Según la ministra sudafricana de Medio Ambiente, Edna Molewa, la industria de la caza legal aporta alrededor de 6.200 millones de rands al año (440 millones de euros-480 millones de dólares). Varias importantes organizaciones de defensa del medio ambiente, como World Wide Fund (WWF), apoyan la caza en condiciones legales, sostenibles y éticas promovidas por PHASA. En Iwamanzi, Adri, sentada con su fusil detrás del antílope muerto, posa para la foto de recuerdo. Después, los cazadores llevan al animal al matadero para recuperar los trofeos —el cráneo con los cuernos y la piel—, pero también la carne. Fotos y trofeos que le valieron a Adri, a Hermann y a muchos otros cazadores amenazas de muerte profesadas contra ellos y sus hijos. Un odio doloroso. «Yo tengo elección. Puedo elegir mi carne en un supermercado o tener una maravillosa experiencia en la naturaleza yendo a cazar», se defendió. «Piensa en las vacas que se llevan al matadero, el estrés que sufren… mientras que este antílope ni siquiera sabía que yo estaba ahí, ni siquiera sintió venir la muerte», afirmó.