El jabalí soñado le entra a la baña a menos de diez metros

«No dejé de temblar de los nervios», reconoció el cazador al que un gran jabalí sorprendió con una gran entrada a la baña donde se había apostado. Te contamos los detalles de un gran lance que dio como resultado un macareno que rozó la medalla de plata.


 Jabalí
Jabalí

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El cazador se llama José Bonilla Ruiz, y ha conseguido el mejor trofeo de jabalí cobrado hasta el momento en La Palomilla-Hoya de la Calera, ubicada en la umbría de la Sierra de Hamapega, en Sevilla.

Una sociedad de menor que pasó a la caza mayor

La sociedad de cazadores que gestiona esta finca decidió hace dos años, por iniciativa de su presidente, cazar el jabalí en espera. El presidente de la sociedad, Julio García, nos lo cuenta: «Pertenecemos a una sociedad de pueblo donde los socios pagan 200€ y los jubilados 100€, por cazar al salto y los zorzales. A la falta cada vez más de caza menor, propuse incluir la caza mayor. Llevamos dos años cazando en aguardos. El año pasado fui yo el agraciado, pues abatí un guarro que, por ser defectuoso de nacimiento, no dio bronce».

Aparece el macareno a diez metros

Julio nos cuenta el lance que vivió José ante este impresionante jabalí: «Este año, nuestro socio José Bonilla Ruiz ha sido el que ha triunfado después de que unas semanas antes tirase un piñonero en una baña. Tras el disparo, sintió la carrera de otro cochino por detrás. Anduvo pistenado y, al ver la pisada, siguió visitando la zona. Parece ser que, ante la falta de agua, el macareno acudía muy de vez en cuando a bañarse.

»El día del lance, me cuenta que estaba sentado y se le apareció del monte a unos diez metros. Quedó inmóvil mientras el animal levantaba el hocico buscando los aires, y hasta que no entró en la baña el cazador no dejó de temblar de los nervios.

Disparo e incertidumbre

»Una vez dentro, me dice que solo le veía el lomo y esperó a que, tras sacudirse, asomara. Pero, al parecer, ya estaba muy de anochecida, aunque le veía, por lo que decidió no encender la linterna por miedo a que, al ser un guarro grande, seguro que con sus batallas a cuestas saliese como un tiro al ver la luz.

»Por eso disparó. Y quedó el tiro en el costillar, algo trasero, y fue a morir a unos cien metros. Después de pistearlo y no ver sangre, decidió volver al día siguiente después del trabajo con su sobrino Cristóbal, encontrando el animal, con la consiguiente sorpresa.

»Tras medirlo, alcanzó 106,7 puntos».

Julio también nos dice que el dinero de los aguardos lo emplea la sociedad para echar de comer y para los bebederos de la caza menor.

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