Rescata a su perro de caza perdido del interior de una cañería

José Antonio Peña es un cazador gaditano que hizo lo imposible para encontrar a su perro perdido, haciendo gala de un gran ingenio que le salvó la vida a Palomo, un cruzado de sabueso español con podenco con una pasión por la caza de la liebre que casi le cuesta un disgusto.


 Rescate perro
Rescate perro

Una cañería entre dos fincas se había convertido en el discreto paso de una liebre para cruzar un terreno donde José Antonio tiene a sus perros. Una tarde de viernes fue a limpiar las perreras sin saber que en ese momento comenzaba una pesadilla para Palomo, uno de sus perros.

Se le tragó la tierra

«Cuando soltamos a los perros, limpiamos las perreras y les llamamos. Estaban dentro del recinto vallado, pero Palomo había desaparecido. Le estuvimos buscando durante horas. El perro nunca se había ido ni perdido antes», nos cuenta el cazador de Cádiz.

«Era como si se lo hubiese tragado la tierra», nos dice Peña, que, sin quererlo, no lo podía haber descrito de manera más fiel. Tanto José Antonio como su familia estuvieron todo el día buscando a Palomo. La mañana siguiente volvieron a la búsqueda. El domingo, también. Pero el perro no aparecía.

Un vecino le oyó aullar

Temiendo lo peor, José Antonio salió pronto de trabajar el lunes y se dirigió directo a su finca. Allí su vecino le dijo que había escuchado aullidos de un perro cerca de un desagüe. «Me asomé a la tubería, pero no conseguí ver nada. Llamé a Palomo, y el perro empezó a aullar y a chillar», nos cuenta emocionado el cazador.

Entonces todo le cuadró: la liebre está acostumbrada a cruzar de una huerta a otra atravesando por esa cañería. La entrada es ancha, pero cuando su vecino arregló el tubo, puso una salida más estrecha. Para las liebres no hay problemas de espacio, pero Palomo entró y llegó a un punto en el que quedó atascado.

Un rescate ingenioso contra reloj

El problema era más serio de lo que podría parecer: el perro llevaba casi tres días allí. Debían sacarlo cuanto antes para salvarle la vida, pero no sabían el punto exacto en el que había quedado atrapado el medio sabueso.

El ingenio salió a escena, y a la familia se le ocurrió una gran idea: «Cogimos un coche teledirigido, le atamos una cuerda y lo hicimos avanzar por la tubería. Así supimos la distancia exacta a la que se encontraba el perro con respecto a la entrada», nos cuenta José Antonio. «Entonces, metimos el coche tres veces y notamos que chocaba con algo en el mismo sitio, y así supimos dónde estaba el perro. Cogí la taladradora y abrí el suelo. Primero un agujero pequeño en el suelo hasta que llegamos al tubo de plástico. Al romperlo, por allí asomó la naricilla Palomo.

Después de darlo por perdido, de tres días allí metido, pudimos recuperar al perro».

«Menos mal que está un poco gordo, y eso le ha permitido aguantar allí metido», bromea Peña sobre su compañero, justo antes de decirnos que ya ha colocado una arqueta para que esto no vuelva a suceder.

Una historia con final feliz, tras la que Palomo, de diez años, podrá continuar acompañando a José Antonio tras los conejos gaditanos.

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