Encuentra un cachorro en un basurero, lo rescata y se convierte en su mejor perro de caza

Este cazador rescató a un cachorro famélico, lo convirtió en su mascota y este perro le devolvió la afición por la caza. Descubre la historia completa de Tritus, un perro abandonado que se ha convertido en el mejor compañero de caza.


 Perro abandonado
Perro abandonado

 Perro abandonado
 Perro abandonado
 Perro abandonado
 Perro abandonado
 Perro abandonado
 Perro abandonado

Javi Martín fue un día con unos amigos a observar a los buitres que se congregaban en un basurero. Uno de sus compañeros advirtió que había visto un animal vivo. Dudaba si podía ser un zorro o un perro.

Abandonado en un basurero

Enseguida, estos cazadores se acercaron a cerciorarse. El animal se escondía bajo una peña. Pero al mirar en su interior, descubrieron que se trataba de dos cachorros de perro. Un macho y una hembra.

Javi nos confiesa que no sabe cómo llegaron allí estos perros, pero «Supongo que la mano de algún indeseable estuvo involucrada», nos dice.

Los cachorros no tenían más de dos meses de edad. Cuando Javi se encontró delante de ellos, lo que sintió no podrá olvidarlo nunca: «Al mirar bajo aquella roca, sus ojos se clavaron en los míos y algo ocurrió allí. Puede sonar raro o cursi, pero sentí una conexión especial con aquel animal».

Uno de sus amigos decidió adoptar a la hembra, pero nadie pudo quitarle a aquel cachorro. Tenía que ser suyo.

Le llamó Tritus

Javi nos cuenta que estaban famélicos y muy sucios. No saben el tiempo que pasaron entre la basura, pero no les quedaba mucho más de vida. Afortunadamente, estos cazadores se cruzaron en su camino.

«Los cogimos, los llevamos a casa, los lavamos y los alimentamos. De nombre, le puse Tritus por un cuento que leí cuando era niño y que me encantó. En él, se relatan las aventuras de un cachorrillo negro encontrado en un basurero (en los detritus) por otro perro callejero y que iba en busca del progenitor de los perros, gran lobo salvaje».

Tritus fue durante 3 años mi mascota. Convivió conmigo en un piso en la ciudad. Por aquel entonces yo había dejado la caza. Vivía y trabajaba en la ciudad y, por diversas circunstancias, había perdido la afición, o eso creía yo.

Durante esos tres años fue un amigo inseparable que venía conmigo a todos sitios, aunque por aquel entonces su instinto cazador estaba completamente dormido. Hasta que un día se me ocurrió hacer el Camino de Santiago. Y, cómo no, Tritus vino conmigo.

Redescubriendo la caza

Tres meses estuvimos caminando y la mayoría de las veces dormíamos en el bosque al abrigo de una pequeña hoguera. Ahí fue donde empezó a despertar su instinto. Al principio perseguía pájaros. Después, conejos. Recuerdo un día que no teníamos nada para cenar y Tritus logró coger uno. Lo limpié, lo cociné y comimos los dos de él.

Posteriormente, un día que andaba de paseo por el campo encontré un cazador que había abatido un jabalí. Se lo mostré a Tritus, y empezó a morderlo y a ladrarlo. En ese momento lo tuve claro. La afición por la caza que yo creía que había perdido volvió gracias a él.

Muchas salidas al monte sucedieron a aquel día y, poco a poco, nuestra afición iba creciendo. Empecé a llevarle todos los fines de semana al campo y siempre sacaba algún jabalí. No lo seguía mucho, pero los encontraba y marcaba muy bien.

Hasta que un día consiguió agarrar uno, no muy grande, pero lo suficiente para entender que tanto él como yo necesitábamos volver al mundo de caza. Por suerte, mi jefe en el trabajo cazaba en una colla jabalinera muy buena y me invitó a ir con él, y Tritus venía conmigo.

Se mostró un poco tímido al principio con los disparos, pero desencamaba algún que otro jabalí y rastreaba bien los que escapaban heridos. Al año siguiente me hice socio y empezamos a cazar allí.

Un gran cazador

Poco a poco se fue haciendo mejor cazador, y esto me hacía disfrutar cada vez más con él. Actualmente llevamos cuatro temporadas cazando juntos y se ha convertido en un cazador valiente, decidido y seguro.

No deja un jabalí en un encame en la zona por donde pasa, agarra cuando puede y es el maestro de otros perros que vinieron detrás. Ahora tiene 8 años y espero que sean muchos más los que podamos seguir cazando juntos.

Así que solo me queda decirle gracias: gracias por devolverme la pasión por la caza y la naturaleza, la pasión por verlo cazar a él y sus compañeros y hacer que siempre se me erice el bello al oír sus magníficos parados, desencames y agarres. Porque, aunque no sea el mejor perro del mundo, sí que es el mejor para mí.

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