En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

José María Paredes, cazador castellano leonés, apasionado por la caza menor y por el jabalí, por los perros de muestra tras codornices, perdices y conejos, nos habla de adaptación y de superación, pero, sobre todo, de caza. Cuando busques excusas para no salir un día de lluvia al monte con tus perros, piensa que José María ya estará allí, disfrutando de su pasión.


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«En la vida hay que tener ilusiones. La mía es la caza. Mientras tengamos ilusiones, tendremos vida».

Con esta frase José María nos llega muy dentro. Al escucharle, sabemos que estamos frente a un cazador que siente el campo y los animales, que cuando no está pisando monte, está pensando en ello. Esta entrevista nos acerca un poco más a un hombre que se convierte en ejemplo de superación.

En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

—¿Cómo te inicias en la caza?

—Yo me inicié en la caza con unos 6 años. No del modo normal. No iba con un familiar o amigos. Simplemente recogía los perros que se les escapaban o se perdían. Los llevaba al campo a intentar coger conejillos. Iba solo con los perros, y algunas veces cogían un conejo. Esto era en Castrillo del Duero, en Valladolid. Ahora tengo 40 años.

—¿Cuáles son las modalidades que más te gustan?

—Me gustan todas: la caza de la perdiz me gusta mucho, el conejo, el jabalí, la paloma… También practico la espera al jabalí. La caza en general me encanta.

En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

—¿Qué fue lo que te pasó.

—Sucedió el 8 de noviembre del 2014. Había unos maizales llenos de jabalís. Yo tengo un elevador y fui con él para poder observarlos desde la altura, sin armas ni nada, porque me gusta mucho verlos. Levanté el elevador y, sin darme cuenta, toqué un cable de alta tensión. Me descargaron 13.200 voltios por la cabeza y salió por la mano. Al pasar la corriente, sufrí daños.

Estuve 12 días en coma, cuatro meses en la UVI, me quedé ciego y bueno, me quedé sin una mano. Me llevaron al hospital en helicóptero y cuando me metieron al quirófano le dijeron a mi familia que no duraría ni tres días.

—¿Qué has tenido que cambiar en tu vida desde aquello?

—Pues prácticamente todo: hasta volver a aprender a andar. Pero puedo decir que llegué a tener suerte, porque desde que nací tengo los órganos en el sitio inverso al del resto de la gente. La mano que perdí es la izquierda porque la corriente entró por el lado izquierdo y me descargó por la mano izquierda. Esta rareza es lo que me salvó de morir en el acto. Si hubiera tenido el corazón en el lado izquierdo, como todo el mundo, estaría muerto.

En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

—¿Cómo superaste aquello?

—Cuando desperté del coma tuve un pensamiento: hay que ir siempre para delante. Y fue lo que me propuse y lo que conseguí.

—Hablemos de caza

—He tenido la suerte de que me ha operado el doctor Pedro Cavadas en Valencia ocho veces. En ocasiones, cuando volvía a Valladolid directamente del quirófano, estábamos en media veda, y me iba a darle vueltas a las codornices. La caza me ha ayudado a superarlo todo.

Al principio tenía miedo por si la escopeta, al disparar, se me iba a escapar, pero no ha habido problema. Cuando disparé por primera vez se me quitaron todas las dudas. Me di cuenta de que podría cazar sin mayor problema, que podría seguir a los conejos, a las perdices…

—Cuéntame en qué aspectos has tenido que adaptarte para seguir disfrutando de la caza

—Las cosas se pueden hacer. No del mismo modo, pero se pueden seguir haciendo. Por ejemplo, yo tenía moto y tenía quad, uno deportivo que ahora no puedo embragar. Por ello me toca venderlo y comprarme un ATV, que es más tranquilo, pero automático. No monto en quad deportivo, pero monto en quad de otra forma. Al comer, pues no puedo usar cuchillo y tenedor, pero uso tijeras.

En la vida hay que tener ilusiones; la mía es la caza

—A la hora de manejar la escopeta, ¿has tenido algún problema.

—No, con la izquierda guío la escopeta y con la derecha disparo. En este caso, yo me apoyo la escopeta en el antebrazo y la oriento mediante el antebrazo o con la muñeca derecha.

Al final, en la caza yo he intentado recuperar mi forma física, esforzarme en el gimnasio. Recuerdo que cuando estuve en casa aquellas largas temporadas porque estaba ciego, me subía a la bicicleta estática que me habían dejado para ponerme en forma con el objetivo de poder volver a cazar.

La mano me duele mucho con los cambios de temperatura y el frío, por lo que me tengo que poner guantes, ya que cazar en montaña es muy frío. Así que tengo que protegerla bien, porque cuando tienes movilidad, al mover los dedos, la sangre circula, pero al no tener dedos se me enfría y me duele.

—Cuéntame una jornada de caza normal en ti, con tus perros

—Pues mira, yo tengo bracos y bretones. Te voy a hablar de la última jornada de caza, que ha sido con mi amigo Alberto, y hemos ido a cazar conejos. Cazamos bastantes entre los cinco cazadores que nos juntamos aquella mañana.

Algunos se escapan y otros caen, pero el conejo es así, son rápidos.

Ahora, con la apertura de la general, comienza la caza de la perdiz. Aquí, en Castrillo de Duero, se abrió la veda el 27 y la cazamos hasta febrero. También quiero ir a alguna montería de jabalí, que ya han empezado.

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