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Trasomo, Burgos, 9 de Febrero de
2003 |
AL BUEN TIEMPO, MALA CARA. |
En una soleada y fresca mañana burgalesa, después de la helada caída el la noche anterior, y con la intención de dar un "susto" (no va por vos, Hans juajuajuajua) a los bravos jabalíes y venados de las tierras Cidianas, nos juntamos seis amigos del Club de Caza. Los primeros en llegar al lugar de la junta fueron Hans y Kodiak (los más lejanos... los más madrugadores) que mientras esperaban ansiosos la llegada de los otros miembros de la partida tuvieron oportunidad de degustar el rico café salense. A posteriori llegaron 8a y Morañego, y por fin, el anfitrión Burgalés y el escudero Codornicero (pero puntuales, ehhhhhh). En el momento del encuentro todo fueron saludos, presentaciones y especulaciones sobre cómo se presentaba el día. Una vez celebrado el riguroso sorteo de los puestos, cogimos los archiperres correspondientes y nos dispusimos a montar en los vehículos todo-terreno que nos conducirían al cazadero.
Tras la suelta de las rehalas (11:30a.m.) se produjeron las primeras
ladras, que dieron como resultado la vuelta de varios jabalís
y venados, burlando éstos a los perros, debido a la espesura
de la estepa. A las 12:15 una fuerte ladra y el continuo acoso de los
"caniches" dio como resultado el levante de un cochino (ancho
de pecho y estrecho de culo), que se dirigió rápidamente
hacia su querencia de escape, en la armada de la Cumbre (concretamente
el puesto Nº 6), que erró el disparo (además descentró
al cámara oficial (kodiak) que, además de acompañante
del susodicho puesto, captaba el momento tan especial). La montería seguía su curso y los correosos y valerosos perreros (Joselete y Huesy) voceaban y alentaban a los valientes canes de las rehalas en la búsqueda de las reses, sufriendo estos para batir y poder pasar el espeso estepar. Sorprendido quedó el avezado montero (8a) que vio cómo los "caniches" arrodeaban y ladraban a parado constantemente en un matón de jaras, haciendo estos "la rueda", y saliendo de éstas volviéndose para atrás un imponente venado. (Tomó las de Villadiego que para eso estamos en Burgos).
A las tres de la tarde la montería tocó a su fin, recogida de armadas de los puestos y los rehaleros llamando a sus perros para cargarles y volviendo al lugar de reunión.
Llegó el momento de la partida de los madrileños, (cada mochuelo a su olivo), con la promesa de volver a juntarnos en posteriores fechas. Algunos todavía nos quedamos visitando las instalaciones donde moran los "caniches" y contemplando los trofeos conseguidos por la familia Cubillo y degustando algún que otro zumo de cebada (no muchas, las justas). Con la noche bien entrada y con un frío que helaba hasta el pensamiento dimos por finalizado tan hermoso día, todavía con los recuerdos frescos del día que agonizaba. A la espera de más días como el descrito.
Escrito por Codornicero con la colaboración de Burgalés
y Kodiak (fotos). |