Veinte años de ilusión

Hace veinte años nos preguntábamos qué se podía hacer para defender al cazador del acoso al que se veía sometido. Era el inicio de una aventura mirada con recelo, incluso con sorna, por parte de muchos. El domingo pasado el precioso pueblo de Dima, sus campas, fue testigo de que aquella aventura es una realidad viva y fuerte, preñada de humildad pero también de legítimo orgullo.


Desde primeras horas en el incomparable paisaje de Dima un multitud incalculable —más que nunca— de cazadores y pescadores, de familias y de sociedades, fueron confeccionando un lienzo irrepetible con los trazos de la reivindicación y de la fiesta. Sólo desde la fidelidad, sólo desde el compañerismo, sólo desde la lealtad a un sentimiento puede desvelarse el secreto de esos veinte años de convocatoria exitosa. Han sido innumerables los ataques padecidos por nuestro colectivo y seguimos siendo atacados pero ese sentimiento es el mejor de los blindajes y la mejor de las pócimas para explicarse el porqué Adecap y su gente despiertan respeto y admiración por otros lares. Esas campas rebosantes de personas respetuosas y civilizadas piden a gritos que cazadores y pescadores, su entorno, lo que significan, sean tenidos en cuenta a todos los niveles y sean oídos y consultados. En estas dos décadas se ha visto fraguar la arribada de nuevas generaciones de jóvenes que no solo han cogido el testigo sino que afrontan nuevos retos con ánimo y empuje envidiables. El relevo generacional está presto y garantiza que Adecap seguirá al pie del cañón, mejor dicho, al pie de la escopeta y al pie de la caña. La jornada se desarrolló sin incidente alguno, arropando a las sociedades de caza y pesca, verdaderos garantes de nuestras aficiones en un ambiente de concordia y confraternización. A la hora de los discursos como de costumbre se guardó un minuto de silencio por los aficionados que se han ido quedando en el camino, si bien se me olvidó citar a un buen cazador ejemplo de compañerismo y humanidad como fue mi buen amigo Antonio Muro Gil, que nos dejó en diciembre del pasado año. En definitiva, veinte años de ilusión, veinte años de compromiso y de respeto a la naturaleza y de agradecimiento al colectivo.
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