A verlas venir

No ha sido este un año de becadas, más bien malo, irregular. El tan manido cambio climático ha hecho que la sordas nos visiten en tiempo de descuento —prorroga de la becada— prohibido por la administración por entender que las condiciones climatológicas adversas hacían que los animales perdiesen gran parte de sus defensas (días de fortuna).


Se enfundaron pues las escopetas a regañadientes de algunos pocos y otros por el contrario comprometidos con el devenir de la especie más respetuosos. Como no hay bien que por mal no venga los esperistas no han podido hacer de las suyas. Algo habrá aportado la campaña ‘Stop esperari’ de ADECAP. Las becadas criaron bien en sus lugares de origen, pero un invierno benigno, falto de nieve y sobrado de alimento ha sido suficiente para que gran parte de ellas no hayan participado a tiempo en ese ciclo migrador que se remonta a la noche de los tiempos. Sus razones tenía el biólogo Charles Fadat, responsable de la migración de las becadas en Francia, cuando argumentaba que si las sordas podían alimentarse en sus lugares de nidificación y cría no se movían más allá de un radio de 25-30 kilómetros. La primera entrada allá por noviembre fue normal pero la sequía que sufrió gran parte del norte y centro peninsular hizo que las becadas se desplazasen vaya usted a saber donde. En definitiva una más para olvidar aunque la ilusión y el bien hacer de ese selecto colectivo denominado becadero sea todo un ejemplo incluso para el mundo del conservacionismo. Son simplemente cazadores con toda la enjundia que ello conlleva. Pero ojo que algún tonto listo de este solarón patrio con coche oficial y bula para alardear entre los urbanitas cual si de San Francisco de Asís se tratara tendrá que levantar la voz allá donde proceda para denunciar la fuerza con que el hombre está interviniendo en la Naturaleza. Si no se atreven que cuelguen la chapa y se dediquen a trincar la pasta por otros lares. Tontos del culo ambientalistas por m2 hay en este santo país más que iturris de cerveza. Los ríos y pantanos están sin agua fuera de nuestra comunidad, los campos envenenados y nadie es capaz de poner orden en este sainete tercermundista. Si la primavera no es generosa en agua la avería puede ser seria. A no ser que rememoremos aquello de sacar los santos a la calle rogando para que llueva, no ya en mayo sino en invierno.Recuerdo que en un pueblo del pirineo oscense después de una rogativa cayó al día siguiente tal tormenta que arrasó campos, huertos, el puente y hasta la taberna del pueblo. El santo en cuestión no ha vuelto a pisar la calle aunque buena voluntad se da por hecho que la había.
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