Doblete manual de liebres

Sucedió… no importa cómo, una de las espectaculares hazañas de Juanito ‘el tornillero de Berriz’. Un cazador de los de antes, terror de la fauna de su entorno.


Esta es su historia por él contada:

—Un día salí de caza al amanecer, bien provista la cartuchera, acompañado de mi perro Tom y con un morral repleto de suculenta comida a la espalda. Seguimos por un estrecho camino aún sumido en la penumbra. Iba Tom por delante pegando el hocico al suelo, sin miedo a la escarcha. Según caminaba, yo asistía conmovido al despertar de la Naturaleza. En esos momentos en el campo se producen mil ruidos misteriosos, venidos no se sabe dónde… Y esta expectación me llega al alma y la inunda de una emoción casi religiosa. Cuando llegamos al monte ya el sol besaba todas las cosas. Comenzamos pronto nuestra tarea. Toda la mañana se nos pasó subiendo y bajando, rodeando barrancos, salvando arroyos y disparando a un sinfín de piezas, pero con tan mala fortuna que no cobré ninguna. Asqueado y deshecho, me senté a comer junto a una fuente, con gran satisfacción de Tom. Después de devorar un par de bocatas y fumarme otros tantos pitillos, enseguida reanudé la tarea. ¡Qué día más desastroso! ¡Y qué mala uva se apoderó de mí cuando gasté mi último cartucho! Aquello que no me había pasado nunca. Ciego de rabia, tiré la escopeta a un matojo, la recuperé enseguida y ahuyenté al pobre Tom a voces y pedradas.

Al llegar aquí Juanito hizo una nueva pausa, encendió un pitillo. Luego prosiguió:

—Me quedé solo en el monte, recostado en una encina, profundamente disgustado. Como un sonámbulo, emprendí el regreso al pueblo. Comenzaba a caer la tarde. Llegaba al alto de una ladera cuando he aquí que, a poco más de un metro, vi algo que me dejó `parado de estupor :¡era una hermosa liebre encamada! Figuraos mi emoción. Sin mover los pies y sin apartar la vista de ella, me agaché para coger cualquier cosa y tirársela… ¡Que no se me espante! Agarré al fin no se qué y lo arrojé contra la liebre con toda mi fuerza. El animalito se quedó seco. ¡Vaya chiripa!, pensé para mis adentros. Me acerqué a cobrar la pieza y ¿qué creéis que encontré? Os vais a quedar de piedra… como yo. Lo mismo que yo.

—No caemos —dijo uno de los contertulios impaciente.

—Pero cuenta, cuenta.

—Pues encontré dos liebres muertas.

Tras un momento de profundo estupor, uno del grupo aventuró:

—¿Es que estaba de parto la liebre?

—¡Quía! —exclamó triunfal Juanito—. Es que, como al agacharme no miré lo que cogía, atrapé otra liebre sin dame cuenta y la utilicé como proyectil.

Dicen que los militares exageran sus proezas, los artistas su gloria, los hombres de ciencia su fama y los políticos… qué les voy a contar. ¿Que entre los cazadores los hay que se llevan la palma? ¡Y qué vamos a hacer con estos pobres seres, atacados de una enfermedad no catalogada todavía!

Zorionak eta urte berri on.

Comparte este artículo

Publicidad