Buitres, los justos

Quién más quién menos respetamos a los animales, llámense como se llamen. Tienen sus derechos, pero no obligaciones, y eso es definitivo para diferenciarlos de los humanos por mucho que algunos pretendan hacernos ver que somos iguales.


Vale más la vida de una sola persona que todos los buitres juntos. Y si además es necesario regularlos —que lo es en este caso de los buitres— no debe temblarnos la mano porque el peligro en el caso de los aviones es manifiesto. Hemos sido los humanos los que con nuestra irresponsabilidad hemos incrementado descontroladamente sus poblaciones y toca a la mayor brevedad arreglar esta barbaridad.

Buitres tiene que haber, lo que el medio pueda sustentar para que ejerzan su misión de carroñeros, ni uno más. Darles de comer en los muladares para crear unas poblaciones disparatadas y recrear los ojos de los animalistas embelesados en verles volar es poco menos que de juzgado de guardia.

Hemos tenido dos avisos graves y que se sepa no ha habido solución alguna. Pueden argumentar lo que quieran, incluso aspectos legales de una especie protegida, pero cuando está por medio la vida de las personas no hay más proteccionismo que el de coger el toro por los cuernos y tomar medidas urgentes.

El problema es de fácil solución, muy fácil. Cácenlos con redes cuando se amontonan en los muladares para comer y hagan con ellos lo que quieran porque cuando crearon los muladares no creo que pidieran permiso a nadie, a pesar de ser conscientes de lo que podían generar. Tres o cuatro veces desde este blog he denunciado los problemas que estaban creando los buitres con los terneros en Karrantza y nadie ha movido un dedo a pesar de las quejas de los ganaderos.

No, no debe temblarles la mano a los responsables a pesar de las ñoñerías de cuatro animalistas tontarras donde los haya. Muerto el perro se acabó la rabia. Hoy paz y mañana gloria. Sin esperar a septiembre, que los buitres no entienden de leyes.

Mientras tanto codornices siguen entrando al norte peninsular. Todo apunta a una temporada buena porque el hábitat es extraordinario, el mejor que recuerdan los mayores del lugar. Esperemos que algún imprevisto no las obligue a moverse.

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