Aguas mil

La semana pasada me comentaba un pastor de 84 años que tiene las ovejas en los Pirineos que no ha conocido una primavera que haya llovido tanto como la de este año.


No sé qué aparato de medición tendrá, supongo que ninguno, excepto los que la Naturaleza le aporte y sepa leerlos: altura de los pastos, manantiales de montaña, tomillo que vuelve a nacer en cantidad… De todas formas no creo que ande muy descarriado en sus cálculos de medición. Es su vida y la Naturaleza sabe leerla como nadie. Esperemos que para el 17 de junio a celebrar en el campo de aviación de Dima los depósitos de agua celestiales estén vacíos y es que no solo ha caído agua a raudales, rayos y truenos han campado también por doquier.

El agua siempre viene bien si no arroya llevándose la tierra vegetal y estropeando muchas puestas de perdices. Para los cazadores los rayos no son buenos compañeros y mucho menos ahora en plena temporada de corzos. Con tormenta nunca es bueno andar solo. Lo primero que hay que hacer es separarse del rifle por aquello de la atracción de los rayos, los sustos pueden ser serios. Decía un científico, que supongo gustaba de ver estos fenómenos desde su casa, que no hay espectáculo natural más grandioso. Es posible. Pero conviene escuchar también a aquel pastor que perjuraba que el que no teme al rayo no le teme a la muerte.

Así las cosas entiendo que lo mejor de una tormenta es el agua que deja en los campos, porque chispas y relámpagos, cuanto más lejos mejor. Y para evitarlos nada mejor que saber leer algunos signos que la naturaleza nos presenta antes de que una tormenta acontezca. Simplemente hay que integrarse en el campo, observar minuciosamente y deducir con cierta lógica los fenómenos observados. No hay que olvidar que son signos inmediatos y no previsiones meteorológicas. De ahí que las posibilidades de acertar sean bastante elevadas.

Algo así como detalles naturales que la misma tormenta nos adelanta. Las aves vuelan más bajo, ya que el aire al cambiar la densidad hace que se canse más al volar. Los truenos lejanos, altos y huecos, son sinónimo de lluvia. Cuando el silencio es repentino y una racha de viento frío y discontinuo denota su presencia el agua en forma de tormenta esta próxima. Los insectos se mueven rápidamente y las hojas de algunos árboles cambian de postura. Los animales domésticos, vacas, caballos y ovejas tienden a agruparse, desplazándose de lugar. Las nubes altas aportan tormentas secas siempre peligrosas por aquello del fuego. Las nubes bajas son las que nos mojarán. Refugiarse debajo de un árbol que se encuentre en un alto o en un descampado siempre es peligroso. ¿Un refugio seguro? El coche con las ventanas cerradas. Una vez que ha escampado, el mejor momento para cazar codornices y localizar los corzos, si el calor previamente ha apretado.

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