Jabalíes: un peligro

Quién más quién menos es consciente de que los jabalíes están siendo un problema con toda la pinta de derivar en algo muy serio: accidentes de circulación, enfermedades e invasión de los pueblos en busca de comida.


Actualmente en nuestra comunidad se abaten del orden de 8.000 jabalíes en total, 5.000 hembras más o menos. Si en solo un año no se cazasen por los motivos que fueran, generarían otros 20.000 a sumar a los ya existentes, que vaya usted a saber cuántos son. Pues bien, en dos años ni les cuento el ejército que formarían. Y créanme que un jabalí macho de 80 kilos, si está un poco presionado, es un peligro con capacidad de generar muerte fácilmente.

Así las cosas, todo lo que se haga por regular sus poblaciones fuera de control por medio de la práctica de la caza entiendo que debe tener todo el apoyo posible de sus gestores, el Departamento de Agricultura. Y una de las formas de llevarlo a efecto es reservando unos terrenos en pleno monte donde las rehalas puedan entrenarse en periodo de veda. Dicho de una forma más coloquial, terrenos para perrear, porque de lo contrario se verán obligados a estar atados o bien con un tanganillo al cuello, algo así como un collar de castigo. Con lo fácil que sería buscarles un terreno para entrenarlos.

Pues bien, no deja de ser sorprendente que la práctica de la caza, una actividad que está siendo la solución momentánea al problema, no tenga todo el apoyo institucional que requiere. La modalidad más practicada en la zona norte para cazarlos es la batida o gancho con perros de rastro, bien sean sabuesos o grifones preferentemente. Y para que estos animales, por su condición de rastreadores, puedan ejercer su trabajo con cierta facilidad, se requiere seguir muchas horas tras la pieza una vez localizada, nada fácil por cierto.

Los perros son como los deportistas de élite, que deben estar entrenados debidamente, de lo contrario abandonarán el rastro a la primera de cambio y el jabalí romperá por donde nadie lo espera porque no tendrá presión y le dará tiempo a adoptar todas las medidas de precaución, imprevisibles con los perros pisándoles el rabo. No se puede legislar considerando a los cazadores como un peligro potencial cuando en realidad son otros lo que están devorando a un ritmo espectacular el medio y todo aquello que suene a gestión de la fauna.

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