Cazamos y… votamos

Son muchos los problemas que se ciernen sobre el mundo de la caza y la pesca, y es lógico que los aficionados estén preocupados. Quizás ahora que las elecciones están a tiro de mostacilla sea el momento de requerir a los distintos partidos sus inquietudes al respecto.


Sus líderes raramente han soltado prenda públicamente sobre temas sangrantes que están afectando a los animales salvajes y a la propia naturaleza. ¿Les han oído comentar alguna vez del envenenamiento que soportan los campos, de la mixomatosis que ha acabado con 50.000.000 de conejos o de la invasión de predadores foráneos que asolan los ríos esquilmando todas las poblaciones autóctonas? Con lo bonito y gratificante que sería contemplar en un programa electoral la ordenación de la naturaleza. Pero de verdad, con voluntad decidida de afrontar sus problemas, hablando con la gente del campo, con los aficionados, con todos, sin cámaras de televisión. Y no excluyéndoles de los órganos gestores que regulan la caza y la pesca, para colocar a muchos que son enemigos declarados de estas actividades. Han conseguido a base de despropósitos convertir el ocio de los cazadores ni más ni menos que en un sentimiento. Así cuando de juzgar algún tema de caza se trata, rápidamente se posicionan a favor o en contra dependiendo de su ideología. Unos porque entienden que la caza es cosa de pudientes y otros porque matar animales se supone que va contra los principios progresistas. Está claro que ambos se equivocan. Cazar y ser cazador es una forma de ser y entender la naturaleza, un problema de ética al margen de cualquier connotación política. No en vano aficionados hay de todas las madres. Caza y política son dos conceptos antagónicos que nada tienen que ver entre sí. La caza hay que juzgarla desde el punto de vista conservacionista y nunca desde intereses políticos. Los cazadores hablan todos el mismo lenguaje y respiran en materia de caza de los mismos aires de libertad. Quitadles la política y no pasará nada. Pero no les prohibáis la caza que acabaríais con una de sus razones de ser. A pesar de todo son ciudadanos antes que cazadores. No como esos nuevos mesías que nadie sabe de dónde han salido y que apelan a la descalificación y a nuestras conciencias por hechos que desconocen pero que aprovechan descaradamente como soporte político. Ser un buen político en materia de caza conlleva cansar la cabeza en busca de fórmulas de conservación compatibles con el ocio y la riqueza. Dejemos pues la caza al margen de intereses partidistas que el que quiera hacer cosas en su favor tiene todas las que quiera. Afronten con decidida voluntad la recuperación de las perdices, conejos, linces, urogallos, osos, águilas imperiales, avutardas y un sin fin de especies en regresión. Mientras tanto no se definan como representantes de esa parte importante del pueblo que son los cazadores. Decía Obama cuando señaló el 22/9 como Día Nacional de la Caza y la Pesca que cazadores y pescadores forman parte de nuestros más fuertes defensores de la conservación. Cuánto tienen que aprender algunos politiquillos que se creen divina pomada.
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