Picuda

Entraron las becadas, no muchas. Es posible que el contingente más importante lo haga con la luna llena del día 25 a nada que en Centroeuropa apriete el frío, porque al parecer han criado bien. Al menos esa es la información que nos llega de algunos países donde ovifica y cría.


Son muchos los cazadores que, a falta de perdices, dedican sus esfuerzos a la caza de la chocha, la dama del bosque, un longorrostro familia de aves zancudas con pico largo. Los griegos y latinos la denominaban scolopax, que significa punta u objeto apuntado. De ahí procede su apelativo ornitológico: scolopax rustícola. Los italianos la llaman beccacia, los franceses becasse y los alemanes schupfe. En general los idiomas suelen poner de relieve su pico largo. En Soria la bautizaron picuda, en Euskadi ollagorra o simplemente sorda, en Galicia galiñola, chocha y arcea. Esta última denominación también es común en Asturias. Aquí se da una extraña coincidencia porque en la región italiana de Lombardía se conoce a la sorda como gallina arciera o simplemente arcia. En Inglaterra como woodcock, término que puede traducirse como gallina o gallo de los bosques. De ahí tomó su nombre el cocker spaniel, raza de perros utilizada antiguamente en las islas británicas para la caza de la becada. En Castilla y las regiones no citadas antes se utilizan los términos pitorra y chocha perdiz. Esas dos últimas denominaciones y la misma sorda proceden de una idea completamente errónea sobre sus costumbres. Y es que se ha pensado impropiamente que se trata de una ave estúpida, cuando es muy escurridiza. Para la caza de la becada es interesante un buen perro que mueva monte, corte bien el terreno y cace por alto. Que aguante la puesta todo el tiempo que sea necesario hasta que llegue el dueño como requisito imprescindible. Llegado el momento del lance la experiencia del cazador y perro jugará un papel importantísimo. El perro cortando con mucho cuidado en círculo para fijar bien la pieza, y el cazador por su parte sabiendo situarse debidamente para aprovechar en unos segundos esa arrancada impetuosa hacia arriba que tanto caracteriza a las becadas y dejan en evidencia a muchísimos cazadores inexpertos. Por eso conviene situar a un cazador o ayudante en un sitio con buena perspectiva (talayero) con objeto de que indique al cazador la dirección de la huida. Estos vuelos, por lo menos los dos primeros, no son muy largos, doscientos metros a lo sumo. La sorda arrancará como un cohete y remontará la espesura, defendiéndose detrás de los troncos. Algunas veces, cuando encuentra un nuevo claro en forma de chimenea, se precipitará verticalmente buscando rápidamente un nuevo refugio que le ofrezca condiciones de seguridad. Una verdadera joya de la naturaleza, un ave misteriosa que suscita cada vez más una atracción especial a un nutrido grupo de cazadores elitistas denominados sorderos o becaderos.
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