Desveda

A una semana de la desveda de la codorniz, tórtola y paloma torcaz, los cazadores están entre preocupados y contentos. Y es que, aunque los interrogantes sean muchos, la esperanza nunca afloja.


Así es esto de la caza. ¿Habrán marchado las codornices? ¿Les habrán afectado las altas temperaturas, el granizo o la retirada de la paja? Estas y otras preguntas están presentes en las sociedades de caza y en los corrillos de las armerías donde los aficionados van a pertrecharse para la temporada. Conozco estas tertulias y créanme que hay argumentos y opiniones para todos los gustos. Faltaría más. Muchos con cierto fundamento, fruto de haber pateado el monte, al menos su acotado y algunos, como no podía ser de otra forma, hablando por no callar. Una armería es como un confesionario para los cazadores, y el armero de turno alguien que escucha, calla y que al cabo del día está más desorientado sobre la actualidad codornicera que un perro en un gallinero. Siempre ha sido así en los días previos a la desveda y lo seguirá siendo. Forma parte de este peculiar mundo cinegético. Por no hablarles del duermevela de la noche anterior. Hace un mes había codornices, y muchas, pero acertar ahora las que va a haber el día 15 no lo sabe ni el más listo de los mortales. Así las cosas no hay más remedio que apretarse los machos y trabajarlas, haya pocas o muchas. Al amanecer buscarlas en los rastrojos, después en los linderos y, a medida que el sol vaya apretando, registrar las matas de cardos, las marañas de zarzas en los viejos regueros, los surcos uno a uno y las alfalfas donde las haya. En definitiva lo que el cuerpo aguante y el perro lo soporte sin agotarlo. Además, ¿que no ha habido codornices? ¡Qué más da! Cumplir como cazador con toda la enjundia que este nombre conlleva supone mucho más que abatir en un rastrojo una docena de codornices en media hora. Y el que no lo entienda ya sabe donde tiene la solución; en los intensivos. Me agradan los cazadores que, a la pregunta de rigor ¿qué tal?, responden: «bien». Sin más, sin especificar el número de codornices. Los otros, los desaforados en cuantificar piezas de la forma que sea, no hace falta preguntarles nada, ya se encargarán de justificar lo injustificable y de alardear de lo que no deben. Y no me parece bien ni mal, simplemente son diferentes. Eso de pasar una buena jornada abatiendo lo suficiente no es fácil que lo entiendan.
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