Valientes

En mi larga andadura cinegética he tenido la fortuna de conocer y compartir vivencias con grandes cazadores de jabalí. Gente de campo, curtidos en muchas peleas, perreros la gran mayoría, cazadores que transmiten respeto y admiración.


Si me preguntan por uno en especial destacaría a un chicarrón de 35 años, burgalés para más señas, de la sierra Mencilla, aficionado a cazar jabalíes a cuchillo. Solamente se ayudaba de tres perros de caza y un ratonero, listo y con las orejas más tiesas que una liebre. Los otros tres, mestizos, de carro de gitano, con bigotes entrecanos de antiguo general. Fuertes con mirada sangrienta, rápidos como el viento y más bravos que el lobo. Una minirehala de hechuras impresentables pero de resultados que para sí la quisiera la de mejor postín. Esta es la historia de uno de sus muchos días de caza: se trataba de llevar suelto al ratonero para que localizase por el rastro al jabalí encamado y el resto de los perros atados y en silencio, por cierto nada fácil para cualquier perro de rastro. Una vez que el ratonero localizase al jabalí, como es lógico empezaba a latir a parado. Ante la presencia de tan insignificante enemigo el jabalí no abandona el encame. El resto de la tropa en silencio y a la espera de la suelta. Ver para creer. Ni en la mejor academia de infantería adoptarían tal estrategia. Y es que cuando uno se juega la vida en el envite, por muy animales que sean, saben a base de experiencia y recibir muchas cuchilladas que la sorpresa es su mejor aliada. Como alma en pena, más rápidos que el AVE y sin emitir un ladrido vuelan hacia el lugar. Se pueden imaginar la estampa, salvaje, desesperada, brava, de unos y otros. Aculado en unas escobas, un gran jabalí de erizadas cerdas castañeaba las gumías espumantes de sus colmillos. Los perros a cierta distancia, le cortaban la huida, esquivando furiosas embestidas, hasta que dos perros se le cuelgan de las orejas y el tercero de los testículos. Y aquí la inaudita serenidad de aquel hombre. Se adelanta con la chaqueta en la mano izquierda y un gran cuchillo en la diestra. A modo de un pase que el mismísimo Fandiño hubiese envidiado, le hunde el cuchillo dos veces en el codillo. Dobla el jabalí entre resoplidos de rabia y agonía pero sin un gruñido de dolor o miedo en un rictus de fiereza inigualable. Cambiemos de tema. La pasada semana murió el padre del que fuera director de la revista Adecap, Javier Atxa, amigo, cazador, buen profesional y excelente compañero. Arrogándome la titularidad de miles de cazadores y pescadores, mi más sincero pésame a la familia. El próximo 21 de junio, Día del Cazador y Pescador, le recordaremos en Dima (Bizkaia).
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