Codornices

A poco más de un mes de la desveda de la codorniz en los corrillos de cazadores todos los comentarios rondan entorno a esta pequeña pero escurridiza gallinácea. Y es que después de tener la escopeta colgada y el perro inactivo durante siete largos meses, el monte tira.


Es la chispa de la caza, la incertidumbre, el misterio que rodea a esta ave migradora. Sin embargo todo lo que suponga vaticinar acontecimientos sobre su presencia a mediados de agosto mejor ni tocarlo, por mucho que la cosecha de cereal venga bien o en este momento los anilladores nos digan que ahora hay codornices en número importante, que las hay. Un cambio de temperatura o unos vientos determinados un solo día antes de la desveda es suficiente para que se desplacen vaya usted a saber dónde. Con decirles que en octubre en Estonia, Letonia y Rumanía he visto codornices en abundancia ¿De dónde, por dónde y cuando llegaron? Quien lo sabe. Es el gran misterio de la migración nocturna. Se habla mucho sobre este tema pero con poco soporte científico. Una cosa es bien cierta: antaño no subían hasta tan arriba. ¿Y por qué ahora? Porque el hombre por estos lares interviene con mucha fuerza en la Naturaleza con un laboreo de la tierra muy agresivo trastocando el hábitat de la codorniz. Porque codornices hay y si me apuran más que antes. El gran problema del cazador es saber dónde se encuentran en el momento de la desveda. Así las cosas lo único que puede hacer es entrenar y bien a sus perros desde ahora. Porque si se quedan muchas, mejor, y si han cogido las de Villadiego la mayoría la única forma de colgar unas pocas es con la incansable colaboración de un buen perro codornicero bien preparado. De lo contario, el animal con la lengua fuera —síntoma de agotamiento— a las pocas horas y las patas aspeadas. Son algo así como un deportista profesional, si no está al 100% pocas maravillas va a hacer. Y en materia de caza menos. Milagros pocos y en Lourdes. Siempre está la socorrida agua para el animal, una buena alimentación previa o el remedio milenario de sal y vinagre desleídos en agua para las patas y poco más para salir malamente del paso. Así que preparación, que los chuchos de mil leches pueblerinos no suelen ser más eficientes porque el nativo conozca las querencias de la codorniz, no, simplemente porque ha metido más horas en el monte que Joaquín Caparrós en el banquillo.
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