Corzos a rececho

El mes de mayo es una fecha excelente para la caza del corzo en la modalidad de rececho, no en vano el monte está en plena ebullición y este pequeño ungulado gusta de hacerse con los brotes tiernos de los pastizales para recuperarse de las penurias que ha soportado durante el invierno.


Pero lo que a veces resulta relativamente fácil localizar y entrarle a tiro al pequeño chivito no lo es tanto hacerse con el gran macho deseado por todos los recechistas. De ahí que una buena cuerna deba primar por encima del número de animales jóvenes capturados. Evidentemente hay cazadores y cazadores y un buen recechista sabe bien que los buenos corzos se matan con el culo —paciencia y horas de espera— ya que su campeo siempre es limitado. Localizada la querencia y observado desde la distancia (con prismáticos) sus movimientos requiere una cierta estrategia: no cargarse de aire, tener el sol de espaldas y situarse en el lugar antes que él, ya que es uno de los animales mas apegado al terreno donde nace. Pequeño pero bravísimo esta joya biológica de la naturaleza llega a acuchillar con la cuerna incluso al hombre, si el animal se encuentra acorralado en una cerca. Pero lo que más me ha impactado de este bello animal son las lágrimas que le brotan de esos preciosos ojos cuando están heridos y no pueden escapar. No recomiendo a nadie vivir esta experiencia. Importa pues no precipitarse a la hora de disparar, y al hacerlo apuntar bien al codillo para no dejarlo herido. Un animal salvaje, a diferencia de uno doméstico, siempre tiene ese aporte de nervio que hace difícil dejarle en el lugar fruto del disparo. Fuerza que se traduce en unos metros suficientes para perderlo de vista al adentrarse en la vegetación. Si se presume que está tocado, es preciso no moverse y observar hacia dónde se dirige. Por respeto al animal y evitarle sufrimientos conviene pistearlo cuanto fuese preciso hasta su localización y, para ello, nada mejor que acompañarse de un perro que siga el rastro de sangre. Afortunadamente estamos viviendo un resurgir de los corzos donde hace años era impensable. Incluso las parameras castellanas están colonizadas por un gran número de animales y eso no deja de ser una bendición de San Huberto para propios y extraños. Su capacidad de huida es poderosa, pero le pierde la curiosidad, de hecho a un corzo en carrera se le puede dejar inmóvil dándole una voz corta como ¡eh! Pero dejémosle correr a la mayoría y para ello nada mejor que utilizar los correspondientes precintos.
Comparte este artículo

Publicidad