Cazar es gestionar

Parecen que no se han enterado todavía las Administraciones que la caza es la mejor y más efectiva forma de gestión que existe hoy día para controlar la densidad de población en un ecosistema y mantener con buena salud su hábitat.


Son muchos y continuos casos donde en zonas de especial protección, reservas de fauna o parques naturales, aparecen enfermedades contagiosas y/o aumentos desmedidos de individuos. Las primeras de ellas no sólo acaban con los especímenes del grupo portador, sino que lo transmiten a otros animales que comparten su entorno, como al ganado doméstico. Las segundas provocan graves perjuicios en el ecosistema que habitan, que tantos años ha tardado en generarse, así como innumerables daños en la agricultura o aumento de los accidentes de trafico de zonas limítrofes. Por cada una de estas incidencias que producen, las Administraciones tienen la obligación de reponer en forma económica los perjuicios ocasionados por estos animales que protegen. La solución que encuentran para aliviar estas cargas de población o erradicar enfermedades es la de pagar (de nuestros bolsillos) a empresas privadas o mandar a los propios agentes de la Administración a dar cazar de forma selectiva a estos moradores sobrantes y/o enfermos. En algunas ocasiones, y sometidos a las presiones ecologistas, ni siquiera se puede cazar en algunas de estas zonas, por lo que se sirven de métodos prohibidos y no selectivos para controlar estas circunstancias (como lo sucedido en P.N. de Cabañeros hace unos años, en la que el uso de lazos sin freno era frecuente entre la guardería). Así sucedió también en el P. N. de Cazorla, donde, a finales de la década de los ochenta, la sarna casi exterminó la población de cabra montes, quedando unos 500 ejemplares, de una población estimada en 11.000, por no permitirse su caza. Hoy es el caso del P.N de Monfragüe o el de la RC de Cortes-La Muela, donde la tuberculosis o la sarna, junto con el exceso de población, están causando graves perjuicios a los ganaderos y agricultores colindantes. Toda esta problemática se resolvería permitiendo la caza selectiva a los aficionados que, bajo la supervisión de la guardería, estarían encantados de abonar la tasa correspondiente. Con esto no habría problemas poblacionales, se controlaría rápidamente cualquier enfermedad que apareciese y los pagos por daños apenas existirían. Además, la Administración se lucraría con el pago de estos permisos, sumando dinero extra para realizar acciones de mejoras en estas zonas de protección. Sólo hay que observar el estado de muchos cotos, donde la población existente de especies cinegéticas, protegidas y el estado del medio vegetal es sensiblemente mayor al de muchas zonas controladas por las Administraciones. Dejen de lado la tendencia ecoterrorista, políticamente correcta, que destruye espacios naturales y masacra enormes cantidades de animales y sean útiles para el Medio Ambiente.
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