¡Cuidado, por favor!

Hace unos días se publicó una noticia muy preocupante dado su alcance: «Heridos tres niños durante cacerías en Andalucía en sólo quince días». Por desgracia, este escalofriante titular no ha sido el único.


En las Islas Canarias se han registrado otros accidentes, por ejemplo: «En menos de un mes, hasta cuatro cazadores de Tenerife han sufrido heridas por arma de fuego cuando se encontraban practicando su afición». Tres de estos accidentes acabaron con heridas graves para las víctimas, mientras que el cuarto supuso la muerte de un joven de dieciséis años. Más preocupante es aún saber que este joven no estaba participando en la cacería, sino que paseaba en compañía de su padre cuando un cazador le confundió con un animal y le disparó, causándole la muerte. La caza es un deporte de riesgo, como bien sabemos todos, y aunque se produzcan menos accidentes o victimas que en otros muchos deportes catalogados como menos peligrosos, es necesario reducir al mínimo el número de accidentes que se producen cada temporada. Ningún cazador está a salvo de sufrir o provocar un percance en el desarrollo de su actividad favorita, pero tenemos que ser conscientes que lo que portamos en nuestras manos es una arma de fuego. Por ello, debemos ser prudentes en el manejo de la misma, siguiendo los consejos que con sabiduría nos han dado nuestros mayores. Éstos no son otros que llevar descargadas las armas antes de comenzar la acción de cazar, abrir la escopeta al pararnos a descansar o terminar una mano, o tener el seguro puesto hasta el momento justo antes de efectuar el disparo. Es posible que por esta situación se nos pueda ir un conejo que pasa al trasluzón o un guarro que de callada salta corriendo el cortadero, y que después de haberlo seguido bien con la mano, oímos el ‘click’ que indica que el seguro estaba puesto. Hay veces que es mejor pecar de prudente que no excedernos en confianza, pues un error o un descuido con el arma puede traer consecuencias fatales e irreversibles. La mayoría de los accidentes se producen por no cumplir las leyes establecidas, por la falta de prudencia en el uso de las armas y por disparar sin tener perfectamente definida la pieza. Hay mucha gente que, por no haber tenido tradición cinegética en su familia o algún maestro del que aprender las leyes no escritas de la caza, en ocasiones le surge dudas de cómo actuar en una postura. Ante estas dudas o desconocimientos, consulten sin ningún reparo a guías o postores, pues para algo existen estas importantes figuras en la caza, tan despreciadas hoy en día. No sólo debemos ser cuidadosos en el manejo del arma, sino que tenemos que presentarnos en nuestras cacerías en plenas facultades, evitando así también caídas y sustos que nos podrán amargar la jornada. Señores, por favor, seamos serios, respetuosos y precavidos en todas y cada una de nuestras acciones para poder seguir gozando de satisfactorias jornadas cinegéticas sin sufrir o provocar accidentes que, en muchos casos, les cuestan la vida a una persona.
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