José Luis Garrido: Modalidades y métodos de caza
Dice mi amigo Patxi Andión que es el cariño un mal consejero. No le falta razón al Patxi, que por cariño me regaló el prólogo de mi libro ‘Don Quijote: gran madrugador y amigo de la caza’. Eduardo Coca, cuyos artículos sigo como un perro desde hace años, escribió hace varios años una columna titulada ‘Entre amigos cazadores’, en el que hablaba de Garrido y un servidor.
Eduardo y José Luis podrían —deberían— ser Carlos III si el premio no estuviera sepultado en la chatarra y el escombro de las ruinas de la, en otros tiempos, más importante organización de cazadores del país. Guste más o guste menos sus doctrinas, sea más o menos inconvenientes según para quién y para qué, la perseverancia de ambos, su honestidad —incluso a contracorriente— y su quijotismo bien merecen un reconocimiento de todo el colectivo. Pienso que, a diferencia de otros personajes premiados y galardonados, el sector no los reconocerá nunca. Es lógico, sois premiados sin retorno, y no sois diputados ni usáis calcetines de media. Eduardo es una pluma aguda, un maestro que esgrime la palabra como un florete. A mí además me ha hecho reír muchas veces. Del de Santovenia (Valladolid) ya escribí hace dos años en Trofeo José Luis Garrido: el declive de la perdiz roja, un medio panegírico en el que le describía como martillo pilón, hormiga con bigote y datos, constancia de mula y otras lindezas. Como buen castellano, desdeña las romanzas de los tenores huecos, los modales versallescos, y los arabescos envenenados e hipócritas; y a mí, eso me gusta. No es amigo de la genuflexión ni suele mojar la pólvora a la primera dificultad (ni a la última). Carácter es destino. Y su destino es seguir escribiendo con setenta años, seguir publicando libros y continuar enredando entre madejas de datos, tablas, estudios y otras hierbas. ¡Eres! con independencia de donde estés.