S.O.S. perdiz. El pacto por la perdiz salvaje

Dice el juez Emilio Calatayud que en este país no tenemos término medio, pasamos de un extremo a otro sin paradas ni estaciones. Lleva más razón que un santo.


Así en esta España que Ortega y Gasset definió como invertebrada, hemos pasado de emponzoñar los campos por decreto, a perseguir el veneno so pena de muerte; de exterminar al lobo a través de las Juntas de Extinción de Alimañas a convertirlo en un icono de la conservación; de encementar el litoral de palmo a palmo a hacer de la custodia del territorio una bandera. Afortunadamente, cito a Odile Rodríguez de la Fuente, en España queda mucho por destruir. Es cierto. Ni aun queriendo hemos podido asumir el ritmo de autodestrucción que nos marcó el ladrillo y la época del boom inmobiliario. Como cazador lamento profundamente que esa destrucción de lo natural se haya cebado especialmente con la perdiz roja salvaje. Podemos seguir discutiendo quién mató a Liberty Balance, o si la ruina de la patirroja es causa de los plaguicidas, las semillas blindadas, los zorros, los meloncillos, las concentraciones parcelarias, los ecologistas, o incluso Zapatero. Si la caza tiene que estar en el pilar I o en el Z de la PAC, o si Perelló dijo ésta u otra parida. Mientras discutimos sobre el mal del enfermo y si le damos la quimio o una pastilla juanola, la perdiz se va apagando y su estela se va perdiendo inexorablemente por toda la geografía española. Proyectos y presupuestos gratis. Ronda libre de buenas intenciones. La cura va bien pero el ojo lo pierde. Es un candil que se queda sin aceite. El biólogo Mario Sáenz de Buruaga dice que le preocupa más la situación de la perdiz silvestre que la del lobo. Mientras el cánido se expande y prospera, la gallinácea va dejando territorios y cada vez es más un mito. A todo el mundo le preocupa la situación del ratonero, del cernícalo primilla, del lince, del águila perdicera, de la imperial. Y sin embargo, ni SEO/Birlife, ni otras organizaciones conservacionistas serias del país, se han fijado en este ave cuya suerte va ligada a especies como la ganga. Deben hacerlo. Todo eso de la imperial, la carraca o la pardela cenicienta (AVE del año 2013), está muy bien, realmente bien. Pero por debajo de todos estos habitantes galácticos y esta clase alta del campo, está la siempre sufrida, menos vistosa, menos glamurosa, perdiz roja. Que da poco ruido, que no tiene tanto predicamento, pero que es la base. Dice el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, que pide un pacto por los menores. Falta hace. Yo, humildemente desde esta tribuna, como cazador, como abogado de secano, como ciudadano, pido a los políticos, a las organizaciones serias y a las administraciones un pacto por la perdiz roja. Pido que hablemos claro, que le llamemos al pan, pan y al vino, vino. Fácil, ¿no? Se me antoja casi imposible. A la situación de la perdiz hemos llegado por muchas razones, quizá demasiadas. Pero sobre a todo, a la perdiz la está liquidando la indiferencia de todos, la falta de criterio, la incompetencia y el mirar hacia otro lado. Es necesario arremangarse y coger el toro por los cuernos. Y eso aunque el toro esté casi afixiado. Publicado en la Revista Trofeo
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