Daños: cazar para sembrar y sembrar para cazar

Los cazadores españoles estamos hartos de sacar la cartera por sistema. Sólo dos datos: cazamos más de 500.000 jabalíes, ciervos y corzos, y más de 5 millones de conejos cada año.


Si se dejara de cazar un solo año, la agricultura de muchas zonas dejaría de ser rentable y la seguridad del tráfico en muchas carreteras dejaría de existir por miedo a la irrupción de un verraco en cualquier tramo. Los cazadores realizan una impagable función social, un verdadero servicio ambiental de custodia y gestión de los territorios y los habitats. El matrimonio cazadores/agricultores había funcionado bien hasta la fecha. Con sus peleas, sus discusiones y sus broncas, y con sus buenos ratos. Muchos cazadores son también agricultores y muchos agricultores son también cazadores. El problema es que las broncas en las pareias se desatan cuando aparece un tercero. Es lo que ha sucedido con la irrupción de Agroseguro. El objetivo, loable, asegurar las rentas del sector agrario, aminorar las pérdidas e indemnizar. El motivo, los conejos y su explosion de los años de atrás. La ejecucion y el resultado para el colectivo cazador, un fiasco. Con Agroseguro Y los daños de la caza se ha desvestido un santo para vestir otro. Se ha mejorado la posición de los viticultores o los agricultores que siembran melones, maíz o berenjenas. Se ha empeorado y ha llevado al borde del abismo a muchos cotos de caza. No exagero, una de las razones de los terrenos libres hace décadas eran los daños de la caza, especialmente de conejos y liebres en una época en que los jabalíes no ocupaban la sexta parte de la actual. La introducción de Agroseguro en el matrimonio cazadores/agricultores ha precipitado desencuentros y desavenencias. La sistematización de las reclamaciones y las peritaciones unilaterales sin la presencia del titular del coto han sido nefastas. La forma en la que se ha llevado a cabo la inclusión de los daños en la agricultura como una cobertura más de los seguros agrarios, subvencionados con los impuestos de todos los ciudadanos, de espaldas a los cazadores, no ha sido lo mejor. El Ministerio debía haber consultado a los cazadores. al sector cinegético. Dejamos demasiado dinero en el campo español como para que se nos dejara a un lado en un tema tan importante. Las consecuencias son evidentes, un colectivo de uñas desde Cádiz a Santiago de Compostela. Los cazadores, hemos querido reescribir nuestro destino, y hemos celebrado una jornada con agricultores, organizaciones agrarias, conservacionistas, administración. Las conclusiones de este encuentro plural, libre y responsable las estamos difundiendo ampliamente. Se podrían reducir a una: los daños no son un problema de los cazadores, sino de toda la sociedad. Los cazadores europeos no son ajenos al problema, pero sus administraciones y su sistema de compensación va por delante de nosotros. Por ejemplo, en Francia son las Federaciones de Caza de cada departamento las que gestionan los daños a los cultivos. Los peritos son nombrados por la Administración, por el Prefecto de cada provincia, y la presencia del titular del coto es obligada. A la vista de los daños tasados por el perito, se le hace una oferta al perjudicado, que normalmente acepta. Por cierto, en Italia y Francia los daños se abonan con parte de las tasas de las licencias de caza, que se integran en un fondo de compensación. En España, debemos evolucionar hacia un sistema más avanzado y más justo, en el que las soluciones arbitrales, la objetividad de los peritajes y la confianza pongan fin a la actual escalada de reclamaciones y agresiones hacia el colectivo cazador. Es una tarea inaplazable de todas las administraciones. Mientras tanto, a pesar de los seguros agrarios, cazadores y agricultores seguirán entendiéndose, es un matrimonio forzado y necesario: cazar para sembrar y sembrar para cazar.
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