¡Que viene el lobo!

Decía Javier Nogueira, presidente de la Federación Pontevedresa, debatiendo con un ecologista, que «en un edificio de una ciudad se decide más sobre política medioambiental que en todos los pueblos juntos de una comarca de montaña». Esto es tan cierto como que el sol sale todas las mañanas.


Al final, es el voto, el puñetero voto, el baremo que hace tomar decisiones a la clase política, desengañémonos. Las más de las veces, en la gestión de la naturaleza no se hacen las cosas porque sea lo más conveniente, sino porque resulta políticamente lo más correcto. Temen a los grandes inquisidores del ecopijismo, por si a estos se les ocurre señalar con su dedo elegido, por no sé qué dios, al político que se atreva a poner en práctica la máxima de que: Lo que no tiene valor económico, lo que no se hace valer, acaba por desaparecer. Eso temo que le pueda pasar en el futuro al lobo. Conseguirán ponerlo en el punto de mira del odio ganadero por culpa de la dejación administrativa. Hace poco que entró en vigor el tan traído y llevado Plan del Lobo en Galicia. Norma vacía de actuaciones claras y llena de imprecisiones, por todas partes. Estamos delante de un montón de buenas voluntades y deseos, expresadas en un futuro condicional: Se hará… se verá… se intentará. Deja claro su articulado que «serán los cazadores los que participarán en las cacerías que por daños se hagan a tal fin». ¡¡Menos mal!!… No como en Asturias, que se emplean mercenarios a sueldo. Pero sigue sin unirse el destino del lobo al del ganadero, pues el negocio será bueno para el lobo si también lo es para el ganadero, en caso contrario todos sabemos quien las lleva de perder. Algunos nos quieren hacer creer que antaño convivieron en paz y armonía. Eso no ha ocurrido nunca, ni ocurrirá con un Plan de Gestión que solamente pretende poner al lobo en valor uniéndolo a la mayor plaga de destrucción del entorno natural que existe, esto es: El turismo urbanita disfrazado de dominguero impecablemente equipado. Todos los cazadores de bien deberíamos amar y admirar al lobo, y en la mayoría de los casos así es. El interés por cazarlo es relativamente bajo para la caza social gallega. No sucede lo mismo con aficionados cinegéticos en ámbitos incluso internacionales, que están dispuestos a pagar cifras de más de 6000 € por lobo cazado legalmente. Estos cuartos deberían revertir de manera inmediata en los ganaderos, los cuales solamente lo cobrarían si el monte permanece libre de veneno. Es necesario buscar la complicidad del pastor, convirtiendo la caza sostenible y pautada por la administración en un objeto de beneficio para quien soporta la carga del predador, es decir, el ganadero. Nuestra acción prioritaria ha de ser salvar al cánido, y para ello no podemos excluir del juego al habitante del rural. El resto sólo es quemar pólvora del Rey. Los mastines, pastores eléctricos, y la revisión de los daños por la guardería, decidiendo si son lobitos, o si son perritos será solo un placebo contraproducente —espero que el tiempo me quite la razón—. ¿Alguien en su sano juicio piensa que, dentro de este contexto de crisis, quedará dinero para pagar los daños del lobo? Si no conseguimos una implicación directa en la gestión del colectivo ganadero, la viabilidad del lobo estará en peligro y este plan no será más que un nuevo brindis al sol que sólo contentará a los eco-urbanitas. Mientras, nosotros, los verdaderos conservacionistas de obra, no de palabra, tendremos que seguir sufriendo el veneno asesino, que para proteger equivocadamente al ganado está afectando mortalmente también a nuestros montes. Nosotros sí que notamos la falta de jabalíes donde han intentado envenenar al lobo. Somos los que pisamos monte, sus gestores, pero este plan no se ha hecho para las gentes de las sierras galaicas. Se aprobó para contentar a los que a todas horas se manifiestan en la Alameda de Santiago. Estamos ante de la eterna hipocresía. Este plan no es efectivo, tan sólo pretende parecerlo. Para muchos eso es suficiente, para algunos como yo no, y para el bien del lobo en Galicia, lo dudo. Publicado en Federcaza, septiembre de 2009
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