¡Como los muñecos del pimpampum!

Esto no debiera ser un juego de vanidades, de ansias de matar caza, de puntuar más que la peña de la parroquia de al lado. El que vea la caza así en Galicia se está equivocando, y los que consienten la presencia de estos ansiosos de carne, indisciplinados y moviéndose de su puesto, tirando hacia la mancha, o tirando en línea con el compañero porque su codicia ve el jabalí, pero no le hace percibir el chaleco naranja, son tan culpables como el que dispara.


Hace unos pocos días ha coincidido en Galicia, en un solo sábado, una muerte y un herido grave. Mi pésame a una familia y mis votos por la pronta recuperación al herido, Carlos. Carlos es una persona que yo conozco muy poco, pero todas las referencias que otros compañeros me han dado de él son inmejorables, como montero, como persona y como cazador responsable. Es paradójico que sea a los mejores a los que les toque jugar el papel de víctima. Una bala ha hecho presa en la pierna de Carlos, quien la disparó pareció importarle más el jabalí que corría a lo largo de la linde de la mancha que la vida de un compañero perfectamente visible con su chaleco de seguridad. En Galicia hemos tenido ejemplos hasta en vídeo de situaciones similares. No me cabrea que existan estos ansiosos hambrientos de carne, gloria y relevancia en las redes sociales. La gente llena sus vacías y miserables vidas de ego, cuando todo a su alrededor se desmorona y la vida familiar se suicida carente de valores éticos, aparece la necesidad del trascender, aunque sea en YouTube, en una competición desmedida en el Facebook, donde se retransmite en tiempo real los abates de jabalí, cantados como goles del Barça-Real Madrid. Esto ya cansa, parece que las vidas humanas pasan a un segundo plano, que nuestros compañeros tienen menos importancia que un bicho peludo a la carrera, hasta el punto de tirar en línea en una pista y no esperar a tomarle los puntos a bicho pasado. De forma general, y sin referirme a este caso concreto, me cabrea más la actitud de los otros, de la del egoísta que dispara ya nada se espera de él. Pero… ¿cuántas veces hemos visto que no ha ocurrido algo de puro milagro y el resto de los compañeros, en vez de reprender al pistolero de turno, se descojonan, con perdón, de risa? Desconozco los motivos finales por lo cual uno antepone el cochino interés por el cochino al interés por un ser humano y compañero. Errores hemos cometido todos, justificarlos no sirve para aprender y esto es muy serio. El jefe de batida En Galicia, el que se atreve a ser jefe de batida es un héroe. Una figura reconocida por la Ley de Caza y en cambio no desarrollada reglamentariamente. No basta con que un jefe de batida cargue con la responsabilidad, es necesario dotarlo de autoridad y de conocimientos. Debe tener, durante su ejercicio, la consideración legal mínima de guarda de campo, o quizás serlo. No llegan con unos cursos divulgativos sobre seguridad, estén impartidos por quien sea, se precisa un curso dirigido por alguien con autoridad académica, que busque la transversalidad y que también forme a los agentes de la autoridad encargados de fiscalizar esas batidas. Todo lo demás se queda solo en charlas de buena voluntad, o excusas para el manejo de subvenciones de cursillos, mientras nuestros compañeros siguen cayendo heridos porque se emplaza en el tamaño de una cancha de tenis y cuando te das cuenta que más de uno está tirado para dentro, cuando no es al revés y resulta que el perrero que está dentro tira para fuera… Se acabó la broma… La administración y sus encubridores serán responsables de lo mal que se están haciendo las cosas. Nosotros también, porque nunca escucho a un cazador presumir de lo bien y seguro que se organiza en tal o cual coto. No, solo escucho la manida frase, cada vez que hay un abate… «¡Seguimos puntuando!». Solo espero que, la próxima vez, los puntos no sean de sutura. Dedicado a un montero valiente, por su pronta recuperación.
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