La hibridación, una nueva lacra

Quizás la forma de contaminación más profunda, de las muchas que nuestra sociedad amnésica de monte pueda provocar, sea la contaminación genética. Su rastro permanece para siempre en aquellas poblaciones y especies capaces a prosperar después de haber sufrido esta contaminación.


Este indeseable contacto de jabalíes, e incluso lobos, con otros congéneres, que lejos de la rusticidad, ya solo son producto de la capacidad humana para alterar la selección natural mediante el amansamiento y domesticación de aquellos animales que le han sido y son útiles comercialmente. Estudios recientes en el ADN humano, han sido capaces a determinar que razas como los Neandertal, no desaparecieron de la noche a la mañana, que en algunos casos se cruzaron con Cromagnon, e incluso con Sapiens, aunque esto último no parece plenamente demostrado, todavía. Pero el rastro hereditario es imborrable; eso es lo que demuestra científicamente que la contaminación genética ha existido. Hablamos de trazas que aunque fuesen imperceptibles dejan una especie montaraz condicionada negativamente a causa de los genes que las especies domésticas, hayan podido aportar de forma tan poco deseable. El lobo es un claro ejemplo de ello, ya que se encuentra en plena expansión en Galicia. Concretamente, en la Sierra del Barbanza ha alcanzado el cánido un umbral de población tanto de ejemplares puros como hibridados, que garantizan un conflicto social del que el único perdedor será el propio lobo como especie. La historia, desgraciadamente, nos demuestra que, cuando ese umbral se traspasa, el ganadero acaba sembrando la muerte en forma de ponzoña. Pobre lobo y pobre naturaleza. Del Barbanza hablaba, dura y agreste sierra coruñesa al borde del mar. La expansión del lobo ha hecho que algunos ejemplares desligados de la disciplina de las manadas; bien sean jóvenes desafectos al clan, o quizás viejos machos alfa que han sido destronados; se han dedicado a formar nuevas manadas, para lo cual han contado con alguna perra asilvestrada en celo. El perro suele ser alimento para el lobo, pero en contadas veces puede pasar, en áreas de nueva colonización, que se produzcan estas hibridaciones, que es lo peor que podría ocurrirle al signatus. No es la única hibridación, también el jabalí se encuentra en el punto de mira de esta desgracia. La cuenca del río Verdugo, que muere en la ría de Vigo y nace en la pontevedresa Sierra del Suido, se encuentra mechada de piaras de cerdos vietnamitas asilvestrados que prosperan y se cruzan con los hasta ahora montaraces jabalíes galaicos. Qué fácil les resulta a nuestros administradores emplumar al cazador de turno si su perro no lleva chip, pero a ninguna de estas lumbreras, metidas a jefes de servicio, se les ha ocurrido poner coto a la venta de estos exóticos animales, o de los hurones que tan de moda están ente el pijerío urbanita y que compran, impunes, en cualquier pet shop. Por lo menos que exijan el microchip el cual obliga a la debida custodia al poseedor de estos animales. Alguno de esos jefes de servicio del reino de taifas provincial en el que se ha convertido Galicia, ha llegado a ser presidente del colegio de veterinarios, y de esto debería saber, se le supone. Si estos señores de despacho bajasen a pie de monte verían la cantidad de pelos de jabalí que quedan prendidas de las débiles alambradas que pretenden proteger la novedosa ganadería extensiva de mansas piaras con denominación de origen Porco Celta. Tengo la sensación que pronto, en la época de paridera, serán demasiados los lechones que salgan excesivamente peludos. Estamos ante un problema de trazabilidad en la cadena de consumo de esa raza de porcino. Pero el problema más grande es el de la contaminación genética. Esto debería ser prioritario para quien vela por el interés general. Esperemos, no nos queda otra cosa más que paciencia. Porque confianza en la gestión pública, ya no tenemos.
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