Verano calenturiento de errática gestión

El norte de España, y más concretamente Galicia, se ha convertido en un despropósito de gestión en la caza mayor. Los daños, tanto en el tráfico como en la agricultura, se ven cada vez más como un problema que tiende a convertirse en endémico. La falta de agilidad de la administración, su pesada maquinaria y el camelo descentralizador que han significado las competencias autonómicas, dan al traste un año sí, otro también, con una gestión correcta y sostenible.


En cierto modo, da la sensación, según opinión de Jacobo Feijoó, del sindicato Unións Agrarias, que el problema conciencia realmente más a agricultores y a cazadores que a la administración, quien asiste inoperante, cual convidado de piedra, a los esfuerzos y buenas voluntades que, a través de una incipiente coordinación, intentan desplegar los cazadores y los hombres y mujeres del agro. OBRAS SON AMORES Lo dice el refranero, no yo: “Obras son amores y no buenas razones”. Las razones, sólo son meras palabras que concretan el pensamiento; lo importante es que los hechos sólo se concretan con las obras. La gestión a nivel medioambiental, únicamente está consistiendo en un dejar hacer, en soledad, a los cazadores en Galicia que si de algo tienen fama, con todos sus defectos, es de estar bien organizados. Podrían estarlo mejor. No podemos desligar este fracaso en la gestión medioambiental de lo que es un fallo sistémico de una administración lenta, y llena de caprichos y arbitrariedades, que no deja de tener una relación absolutamente directa con esta crisis económica y de valores, donde, detrás de no pocos despachos aparecen nuevos señores feudales imbuidos de derechos, pocas veces de deberes, y eternamente carentes de vocación de servicio al ciudadano en general, y al cazador en particular. No quiero particularizar en una dirección general en concreto, como podría ser la de medio ambiente, que es la que nos afecta a nosotros. Es un fallo corporativo de todo el diseño del entramado administrativo, sea en Galicia, o en cualquier lugar de España, este cáncer social está más extendido que la parasitación de gusanos en los corzos asturianos. Que este país esté en crisis tiene muchos padres. Aparte de los progenitores bancarios, podemos encontrar, entre otros, a una administración burocratizada, pesada, falta de empatía hacia el administrado, y en muchos casos convertida en una casta privilegiada opresora de una sociedad que cree, pobre ilusa, que es libre y democrática. Lejos de agilizar y canalizar sinergias públicas y privadas esta casta de jefes de servicio y altos funcionarios, salvo honrosas excepciones, sólo sirven para vampirizar y oprimir a un pueblo pagano de sus privilegios. Conste que, aunque generalizo, tengo en mente más particularmente la organización inoperante de la administración de mi tierra en cuanto al medio ambiente y su gestión se refiere; al fin y al cabo esta es una publicación de interés cinegético. Estoy ya muy cansado de escuchar un día tras otro esa chulesca expresión “altoadministrativa” de: ¡Yo tengo la plaza en propiedad! Substituye este término a aquellas frases tan españolas de: Usted no sabe con quién está hablando…. O aquellas que caprichosas y altaneras ejercían en otros tiempos los hijos de condes y marqueses para pisotear al pueblo llano, porque ellos, de alguna forma también tenían su plaza aristocrática “en propiedad” al descender, por derecho de cuna, de la mismísima pata del Cid. Todo este rollo, viene a explicar lo que considero que realmente es causante de la inoperancia en la gestión de la caza mayor. Los políticos y directores generales cambian continuamente, el pueblo vota y cree que se harán políticas nuevas en función de la democracia de las urnas. Pero la realidad, por lo menos en la gestión medioambiental gallega es muy distinta. Da igual quien sea el director general y su filiación política, porque el capricho y la arbitrariedad de los jefes de servicio de medioambiente en las delegaciones provinciales, serán los que impongan la norma. Su formación y su competencia en general dejan mucho que desear, no se someten a un reciclaje ni a la de tres. Eso cuando no están en la militancia anticinegética más descarada.
NADA HA CAMBIADO DESDE EL AÑO ANTERIOR En la caza mayor de Galicia se sigue abusando de una pretendida abundancia. Todos somos conscientes de que los cupos de abate certificados por los precintos oficiales son ampliamente superados por la furtiva realidad. El control del precintado de las piezas de caza mayor no se hace en las carreteras; hace más de diez años que no lo han visto mis ojos. No existen planes técnicos que nos digan la cantidad de individuos y especies de caza mayor que pueblan las zonas de territorio que son de la exclusiva responsabilidad cinegética de la administración. Pero esa maquinaria administrativa, si obliga a los cotos sociales a tener estos documentos al día. ¿Alguien podría decirme si la piara que hace daños en tal o cual plantío procede de mi coto? .Quizás podrían haber llegado de la vecina zona libre, cuya responsabilidad es de la administración. ¿Cuántas piezas de caza mayor soporta el medio en estas zonas que son responsabilidad de la administración? De la calidad de los planes técnicos, mejor ni hablar. Si en un coto te aprueban el abatir treinta jabalíes, al año siguiente te pueden dar más precintos, en función de si ha habido más o menos denuncias por daños. Como se puede ver, muy científico no parece el sistema de baremaje.
ANCARES Y EL INVERNADEIRO UN MONOCULTIVO LOBERO Sólo parece haber fondos que sirvan para pagar estudios que justifiquen la falta de gestión de lugares como la reserva de Ancares, en ella los corzos casi han desaparecido. Pero lo que es evidente es que no se puede achacar única y exclusivamente a las altas cargas de parasitación que presentan los capreolus. Nadie pone sobre la palestra la interacción negativa que sobre ellos produce el descomunal aumento del lobo, y el desplazamiento hacia los valles que el aumento de ciervo, sobre todo en la zona leonesa, provoca al corzo. He visto como en las batidas en Ancares, se levantaban corzos muy cerca de las casas y pajares, y esto únicamente quiere decir que allí están, no porque la mosca los parasite menos. Están porque se sienten, más cerca del hombre, pero más protegidos de los predadores. No es en Ancares, o en la zona de Invernadeiro y aledaños el único lugar donde el aumento descomunal del lobo está produciendo problemas. En la sierra del Barbanza ha alcanzado el cánido un umbral de conflicto social del que el único perdedor será el propio lobo como especie. La historia, desgraciadamente, nos demuestra que cuando ese umbral se traspasa, el ganadero acaba sembrando la muerte en forma de ponzoña. Pobre lobo y pobre naturaleza.
LA HIBRIDACIÓN UNA NUEVA LACRA Del Barbanza hablaba, dura y agreste sierra coruñesa al borde del mar. La expansión del lobo ha hecho que algunos ejemplares desligados de la disciplina de las manadas; bien sean jóvenes desafectos al clan, o quizás viejos machos alfa que han sido destronados; se han dedicado a formar nuevas manadas, para lo cual han contado con alguna perra asilvestrada en celo. El perro suele ser alimento para el lobo, pero en contadas veces puede pasar, en áreas de nueva colonización, que se produzcan estas hibridaciones, que es lo peor que podría ocurrirle al “signatus”. No es la única hibridación, también el jabalí se encuentra en el punto de mira de esta desgracia. La cuenca del río Verdugo, que muere en la ría de Vigo y nace en la pontevedresa sierra del Suido, se encuentra mechada de piaras de cerdos vietnamitas asilvestrados que prosperan y se cruzan con los hasta ahora montaraces jabalíes galaicos. Que fácil les resulta a nuestros administradores emplumar al cazador de turno si su perro no lleva chip, pero a ninguna de estas lumbreras, metidas a jefes de servicio, se les ha ocurrido poner coto a la venta de estos exóticos animales, o de los hurones que tan de moda están ente el “pijerío urbanita” y que compran, impunes, en cualquier “pet shop”. Por lo menos que exijan el microchip que obligue a la debida custodia al poseedor de estos animales. Alguno de esos jefes de servicio del reino de taifas provincial en el que se ha convertido Galicia, ha llegado a ser presidente del colegio de veterinarios, y de esto debería saber, se le supone. Si estos señores de despacho bajasen a pie de monte verían la cantidad de pelos de jabalí que quedan prendidas de las débiles alambradas que pretenden proteger la novedosa ganadería extensiva de mansas piaras con denominación de origen “Porco Celta”. Tengo la sensación que pronto, en la época de paridera, serán demasiados los lechones que salgan “excesivamente peludos”.
CONCLUSIONES FINALES Los cazadores de caza mayor en Galicia no estamos contentos con una orden de vedas que nos atribuye el papel de matarifes de corzas en las batidas de octubre, cuando los corcinos todavía son socialmente dependientes de sus madres para pasar el invierno. En el último Comité Galego de Caza se habló de que se pasaría a enero y febrero la caza de corzas, en función de la decisión de cada coto, de sus circunstancias, densidades. En definitiva de su plan técnico. Pero lo que realmente ha salido publicado constituye la mofa contra natura de que se permitirán recechos a hembras al final del invierno. No conozco ni un solo cazador en Galicia que sea amante de semejante modalidad. Peor trato ha tenido la posibilidad de emplear el libre entrenamiento con perros de traílla para atajar los daños a los cultivos. Esto fue acordado en el comité, y no fue publicado en el DOGA, por lo que a estas alturas desconocemos si el director general cambia fácilmente de opinión o si, por el contrario, esto no ha sido más que un olvido digamos que… “de imprenta”. Lo cierto es que en este agosto te pueden multar por andar el viernes con un sabueso atado a una cuerda por el monte, y al día siguiente obligarte a participar en una batida por daños, bajo amenaza de echarte a los agricultores encima. En esa batida impuesta, con seguridad, se matarán hembras viejas, provocando con ello un desequilibrio en la estructura social de las manadas que será perjudicial, sobre todo para el agricultor. La gestión no existe en la caza mayor, su abundancia o exceso no es mérito ni de la administración ni de los cazadores, pero el descontrol en los métodos y procedimientos nos llevará al desastre seguro que siempre ha provocado cualquier desperdicio de la naturaleza. Eso sí es responsabilidad nuestra y, sobre todo, de quienes dicen querer gobernarnos, pues lo único que hacen es depender de una casta de intocables descendientes de la pata del Cid. Eso sí, con plaza en propiedad.
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