Caza, cuántas miserias en tu nombre

Hoy pido la comprensión del lector, si fuese necesaria su indulgencia, porque voy a pecar… y lo haré de soberbia. Diré que, a modo de primicia, ya lo decía yo allá por el año 2004. Que lo que en aquel momento era un soplo de esperanza para los cazadores gallegos, cuando la Diputación de Lugo decidió crear lo que pretendía ser el referente gallego para la formación de los cazadores y pescadores, iba a quedar en nada, y así fue desgraciadamente.


Nació entonces la muy rimbombante fundación del Centro Cinegético y Piscícola de Galicia. Como responsable máximo se nombró al Sr. Bobadilla Prosper, quien había sido anteriormente y de forma fugaz Director General de Medio Ambiente. Se optó desde el estamento político por buscarle un retiro dorado. Denominé en aquella ocasión a esta fundación, sita en el pazo de Tor (Monforte de Lemos), como la sagrada tumba, que estaba diseñada única y exclusivamente para servir de último entierro a la gloria egipcia de su director. ¡Cuánto hubiese deseado equivocarme!… pero en nombre de la caza, en el centro cinegético de Tor, no se ha hecho otra cosa que no haya sido participar en la promoción de una Visa Caza, servir de base para un evento de promoción de una marca de calzado deportivo, y dar cobertura a una extraña actividad internacional que la fundación tenía con diversos organismos en el extranjero relacionados con el sector cinegético y forestal. Así lo presentó la fundación en su memoria de actividades, de forma que ni el cazador gallego, ni siquiera la Federación que los representa, han llegado jamás a entender en qué beneficiaba a la caza social de Galicia tales actividades. La existencia del centro se encuadraba dentro de una fundación, por lo cual y teóricamente existiría independientemente de cual fuese el color político de quienes mandasen en Galicia. La realidad es que incompetentes y desalmados existen en todos lados e ideologías. Pero cuando nos toca soportarlos al mundo de la gestión cinegética y medioambiental, parecen confabularse todos, cuales plagas bíblicas. Entre los que viven de timo de la salvación del lince en Doñana, los que vienen de prohibir el control de predadores en los Ancares lucenses estropeando una gestión de veinte años en tan solo tres, o los que como el Sr. Bobadilla Prosper han regentado una fundación que jamás ha aportado nada positivo a la caza y a la pesca, que no fuese la saneada nómina del actor en cuestión. Podríamos encontrar entre todos ellos a los personajes de una novela picaresca del Siglo de Oro, pero… de divertido no tiene nada, todo lo más puede parecerse a una tragedia griega. Los responsables del Pazo de Tor desaparecieron cual cobardes capitanes de un barco abandonado. Según publicó la Voz de Galicia, «cuando los técnicos de Diputación entraron en el pazo, el espectáculo fue dantesco: caminos destrozados, talas de madera no justificadas y, lo que es peor, pues a cualquier cazador de bien se le encoge el alma, la existencia de jabalíes famélicos confinados», ¡sabe Dios desde cuándo estaban en esa situación de abandono! Este escenario abominable no se hubiese producido si otros sectores, amén de los responsables políticos, hubiesen ejercido su deber de denuncia. Ni siquiera la prensa escrita, a excepción de la Voz de Galicia, ni mucho menos algún programa cinegético de la Radio Galega —que en su momento incluso censuró la manifestación de La Castellana— lo hicieron. Y así le luce el pelo a la caza en Galicia y en cualquier parte de España muchos, gracias a ella, llenan los folios, los micrófonos y los bolsillos, no correspondiéndola como debieran. Con la caza, sus vividores, cuántas miserias cometen en su nombre.
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